sábado, 17 de septiembre de 2011

La ‘cuestión nacional’, esa otra encrucijada que hereda Rajoy. Por Federico Quevedo

Les decía el viernes que, sin lugar a dudas, la ‘cuestión nacional’ va a ser uno de los ejes centrales de la nueva legislatura, y que me había llamado la atención en ese sentido el discurso de Mariano Rajoy en Barcelona, no tanto por sus afirmaciones, como por sus silencios. A nadie se le escapa que uno de los grandes problemas de estas dos legislaturas de Rodríguez Zapatero ha sido, precisamente, la convivencia con el nacionalismo. En su primera legislatura, Zapatero abrió el melón territorial con la revisión de los estatutos, y lo hizo sin tener ni idea de cómo lo iba a cerrar, porque su única aspiración era contar siempre con la alianza de los nacionalistas para poder gobernar un país en el que cada vez resulta más difícil obtener mayorías absolutas en las elecciones porque la sociedad está mucho más diversificada. La apuesta por el ‘proceso de paz’ en el País Vasco llevaba esa misma dirección, la de crear una alternativa de izquierdas que sirviera de apoyo al PSOE en Madrid y en Euskadi, a imagen del Tripartito en Cataluña.

El problema es que la operación le ha salido mal a Zapatero y ahora el Gobierno socialista se va pero nos deja abierta en canal una situación endemoniada que habrá que resolver en esta próxima legislatura, y será bueno que lo haga un Gobierno fuerte en Madrid, porque de lo contrario va a ser muy difícil mantener el equilibrio entre el interés nacional y las aspiraciones nacionalistas. Pero cuidado, cuando digo y he dicho en muchas ocasiones, que algo está cambiando, también me refiero a eso. Mariano Rajoy es un político de la periferia, un gallego, que sabe perfectamente que la descentralización administrativa ha sido, es y será una muy buena solución para acercar la administración a los ciudadanos, pero sabe también algo más: si hay un país en el que conviven sensibilidades muy distintas y eso le hace susceptible de una estructura política federal, es España. De hecho, el modelo territorial que se pacto en 1978 iba por ese camino, pero no llegó a recorrerse del todo.
«Mariano Rajoy es un político de la periferia, un gallego, que sabe perfectamente que la descentralización administrativa ha sido, es y será una muy buena solución para acercar la administración a los ciudadanos.»
Miren, en la próxima legislatura va a ser necesario mucho diálogo con el nacionalismo. Mucho. Y habrá que empezar a pensar en que no está tan lejos el día en el que se pueda cerrar el modelo territorial dando opción a algunas de las aspiraciones del nacionalismo catalán, como por ejemplo un nuevo pacto fiscal que realmente permita a Cataluña sentir que su destino lo rigen los propios catalanes. ¿Hay algo malo en ello? Yo no lo creo, y creo que ese modelo es extensible al resto de comunidades autónomas, y por eso me llamó la atención el ‘silencio’ con el que respondió Rajoy a preguntas sobre este asunto. Él es plenamente consciente de que va a tener que negociar, incluso con mayoría absoluta, con el nacionalismo catalán para acercar posturas con Artur Mas en un tira y afloja en el que tendrá un especial protagonismo el tema de lengua: el Gobierno no puede dejar de garantizar el derecho de cualquier padre a que sus hijos estudien con el castellano como lengua vehicular, pero al mismo tiempo tiene que garantizar también la implantación del las lenguas co-oficiales como se establece en la Constitución, y obviamente la convivencia de ambos modelos casi siempre va a generar alguna clase de conflictos.

Ahora bien, si el Gobierno de Rajoy es capaz de satisfacer la principal reivindicación del nacionalismo catalán, puede ser que encuentre al mismo tiempo soluciones a un problema que realmente no está en la calle, pero que es evidente que ‘calienta’ sobremanera las relaciones del nacionalismo con el resto y sobre todo en campaña electoral.

Asunto distinto es el del País Vasco, porque ahí, sinceramente, se juega otra liga, la que tiene que ver con ese final de la violencia que vemos en un horizonte que, sin embargo, nunca se acerca lo suficiente. Se que esto que voy a decir me va a costar más de una crítica, pero me temo que ya no va a haber marcha atrás en la presencia de Bildu en las instituciones. Solo un atentado de ETA, Dios no lo quiera, podría hacer cambiar esa situación, pero sospecho, y Rajoy también lo sabe, que difícilmente vamos a volver a ver un atentado de la banda terrorista, luego habrá que irse acostumbrando a tener a sus secuaces en las instituciones y, más que probablemente, en el Parlamento Nacional, y sino al tiempo, y confiar en que la propia esencia del poder ‘corrompa’ el espíritu violento y reivindicativo de estas huestes hasta acabar convirtiéndose en una especie de ERC ‘made in Euskadi’. Pero, sin duda, ese escenario –que acabará conllevando la desaparición de ETA- va a introducir un elemento de sosiego en la vida política muy necesario para poder afrontar las reformas urgentes que el país necesita y cerrar, si es posible, el modelo territorial con una estructura que en definitiva suponga un avance en el modelo de descentralización que nos dimos en el 78, y no un retroceso.


El Confidencial – Opinión

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