viernes, 23 de septiembre de 2011

Hágase ya

El pánico económico exige que Europa baje tipos, apruebe el rescate griego y autorice los eurobonos.

A juzgar por el hundimiento de las cotizaciones bursátiles durante la sesión de ayer y el nuevo repunte de los diferenciales de deuda, los mercados financieros comparten el temor a la recesión que ha manifestado la Reserva Federal estadounidense (Fed) con el lanzamiento de nuevos e incitativos estímulos económicos. Lo excepcional de la decisión revela inquietud de quienes disponen de más elementos de juicio sobre la situación de la economía estadounidense y las gravísimas tensiones financieras que pesan sobre el sistema económico mundial. Pero, a pesar de la caída continua de las Bolsas y de la resistencia a bajar de las primas de riesgo, que, para cualquier observador, revelan una situación mal disimulada de pánico ante las dificultades para salir del estancamiento mundial, los responsables económicos europeos siguen sin afrontar con decisión la cada vez más inevitable quiebra de Grecia y, si eso sucediera, el riesgo de una desaparición a corto plazo de la moneda única.

Prueba de esa irresponsabilidad política que contamina Europa es que en plena tormenta monetaria, con la prima de riesgo española por encima de los 370 puntos y una expectativa de crecimiento que prometen una tasa de paro superior al 20% el año próximo, la única preocupación del presidente del PP en la última sesión del Congreso sea el caso Faisán. O el mutismo del Gobierno, empezando por su presidente, ante lo que está sucediendo. O que la discusión sobre los nuevos planes de salvación de Grecia siga fijada en octubre y condicionada a más ajustes cuya discutible racionalidad hundirá las rentas de gran parte de la población griega. Ridículo y aterrador.


Estados Unidos ha hecho, mejor o peor, lo que tenía que hacer. Obama, Geithner y Bernanke creen que es posible la reactivación de la economía mediante una política de estímulos. La llamada Operación Twist trata de presionar a la baja los tipos de interés a largo plazo para favorecer aquellos segmentos de mercado a los que la actividad se muestra más sensible, como los correspondientes al mercado hipotecario y, en general, la financiación empresarial. A ese propósito destinará 400.000 millones de dólares: comprará títulos de deuda del Tesoro de su país con vencimientos de 6 a 30 años, que financiará vendiendo una cantidad equivalente en títulos con vencimiento igual o inferior a 3 años. La Fed ha comprometido la reinversión en compra de bonos a 30 años de los ingresos derivados de cualquier amortización anticipada de valores hipotecarios provenientes de agencias como Fannie Mae.

Una operación de tal envergadura demuestra que EE UU cree que la recuperación es posible y aplica las políticas necesarias para lograrla. Pero en Europa, los responsables del euro parecen dormidos mientras la estabilidad de la moneda única se desmorona. Christine Lagarde, directora del FMI, expuso ayer con agudeza el fondo de la cuestión: las decisiones son correctas, los planes nacionales afrontan con valentía los ajustes del déficit y la cumbre de julio planteó una reforma valiente de la arquitectura financiera europea; pero hay, dice Lagarde, un "desfase entre los compromisos y su puesta en práctica".

Mantener ese "desfase" en esta situación de miedo incontrolable equivale a una negligencia culpable por parte de los responsables del euro. Se sabe lo que hay que hacer para acabar con el pánico de las Bolsas y la deuda y ofrecer esperanzas de recuperación: bajar los tipos de interés, aprobar el rescate de Grecia, autorizar la creación de los eurobonos y aplicar por fin la "nueva arquitectura financiera" discutida en julio. Pues bien, hágase de una vez. Pero no el mes que viene ni en función de los intereses de Francia o Alemania; hágase ya. Con la misma urgencia que si Europa se jugara la supervivencia como reducto de bienestar económico; porque lo cierto es que se lo juega y pierde por goleada.


El País – Editorial

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