domingo, 11 de septiembre de 2011

El 11-S y la libertad. Por Esther Esteban

Han pasado diez años y, en la memoria colectiva, parece que fue ayer. Los ataques a las Torres Gemelas cambiaron el mundo, se cobraron cerca de tres mil vidas humanas y todos contemplamos espantados la más terrible cara del terrorismo fanático e irracional.

Han pasado diez años y recuerdo milimétricamente aquel 11 de septiembre del 2001. Un grupo de siete mujeres periodistas, habíamos quedado a comer en la bolsa de Madrid con su presidente, Manuel Pizarro. Se trataba de analizar la situación política y económica del momento con un fino analista y la cosa transcurría con total normalidad, hasta que, bruscamente entró la secretaria del anfitrión demudada con la cara pálida y la voz temblorosa. ¡Perdón por la interrupción, pero ha pasado algo muy grave en las torres gemelas y convendrían que ustedes vieran las imágenes!.

Nos levantamos, apresuradamente, de la mesa arremolinándonos en torno al televisor de su despacho y se hizo un silencio atronador que cortaba el aire. En la confusión del momento los corresponsales hablaban de un terrible accidente, hasta que de repente vimos en directo el segundo impacto. El primero que se atrevió a pronunciar la palabra atentado terrorista fue Manuel Pizarro, como también fue él quien apuntó, con una rapidez propia del mejor de los analistas internacionales, que podría ser obra de Bin Laden, señalando algunos datos de su biografía.


No nos volvimos a sentar a la mesa. Cada una de nosotras se marchó, también con rapidez, a la redacción del medio en el que trabajábamos - yo entonces estaba en Antena 3- y a partir de ahí en mi recuerdo solo hay días y días de trabajo, de conjeturas, especulaciones, secretismo y de imágenes de desolación muerte y terror. Vimos deambular sin rumbo, como perdidos, convertidos en guiñapos a ejecutivos que hasta entonces eran hombres poderosos, vimos tirarse por las ventanas seres humanos desesperados, conscientes de eran sus últimos instantes de vida, a personas inocentes que se hacían preguntas sin respuesta y también a fanáticos que pedían venganza.

Han pasado diez años y el mundo ha cambiado mucho desde entonces, pero la pugna entre libertad y seguridad que renació con fuerza el 11-S sigue sin resolverse. Muchos pensadores e historiadores han escrito libros cuya principal conclusión es que aquello supuso un antes y un después en los derechos civiles de la democracia mas avanzada del Planeta. Aquello generó miedo y el miedo y la libertad son raramente compatibles.

Acabo de leer una reseña del último libro de David K.Shipler donde, tras una breve lección de historia, se va a la calle y observa a la policía en varios barrios de Washington instigando a los sospechosos a renunciar voluntariamente a sus derechos de la cuarta enmienda: "La posibilidad más aterradora desde el 11-S -escribe el autor- no ha sido el terrorismo sino la de que los estadounidenses renuncien a sus derechos a costa de perseguir la quimera de la seguridad".

Tal vez tenga razón y diez años después de aquella sinrazón, que dejó 1600 personas sin pareja y a 3.000 niños sin padres, lo que quede es una merma en las libertades individuales y dolor, demasiado dolor no superado. Tal vez tenga razón y, como escribe en las páginas finales del libro, tengamos que recordar que "los derechos del criminal más miserable de todos no son solo tuyos, nos pertenecen a todos".


Periodista Digital - Opinión

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