martes, 13 de septiembre de 2011

Ecos electorales de la tasa Rubalcaba a los más ricos. Por Antonio Casado

Nadie sabe cómo acabará la propuesta de Rubalcaba sobre la reposición del impuesto de patrimonio a las grandes fortunas, reclamada al Gobierno para el Consejo de Ministros del viernes. Pero nadie negará el mérito de haber colocado el asunto en el centro del debate pre-electoral. En los medios políticos e informativos no se habla de otra cosa. Discuten una propuesta de perfiles inciertos y otorgan un plus de visibilidad al aspirante socialista a la Moncloa.

Hasta el propio Mariano Rajoy, nada interesado en confrontar con su rival, al menos de momento, no ha tenido otro remedio que entrar al trapo. Ayer, en la radio, denunció la contradicción en la que incurre el Gobierno socialista si el viernes que viene reactiva el impuesto de patrimonio sólo tres años después de haberlo suprimido.

Aunque el sentido común está de parte de Rajoy a estas alturas de la película al candidato socialista le deja frío que le recuerden, una vez más, los palos de ciego que en su braceo contra la crisis económica ha venido dando el Gobierno socialista del que ha sido ministro y vicepresidente. En esa discusión siempre llevaría las de perder. Así que prefiere soltar sus propias liebres para que otros corran tras ellas.


De todos modos conviene precisar situar la contradicción en un radical cambio de circunstancias. Es verdad que hay contradicción. Pero también hay una profunda crisis económica detectada después de dejar sin efecto el impuesto de patrimonio, por exención del 100% de lo que resultase a pagar (abril de 2008, con efecto retroactivo de 1 de enero de ese año) y antes de ir a unas elecciones generales en noviembre de 2011.

También se podría hablar de contradicción entre las sucesivas subidas anuales de sueldo a los funcionarios según el aumento del IPC y la súbita –y contradictoria- decisión de recortárselo en un 5% de media en mayo de 2010. Y nadie lo hace porque nadie ignora que esos recortes, y otros, venían dictados por una insoportable situación de déficit público (habíamos llegado al 11%).
«¿Quién va a decir no a una tasa a los ricos de solemnidad dizque para crear empleo? Además, tan constitucional es el equilibrio presupuestario como el deber de los ciudadanos de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos “de acuerdo con su capacidad económica”.»
En ese camino estamos aún, reduciendo los gastos y tratando de aumentar los ingresos. Es decir, intentando sacar de donde hay. Por ejemplo, de las grandes fortunas, mediante la reactivación del dichoso impuesto, de cuya supresión de hecho se arrepintió el Gobierno Zapatero dos años después: “Si hubiéramos previsto esta crisis no hubiéramos suprimido el impuesto del patrimonio”, decía la vicepresidenta económica, Elena Salgado, en marzo de 2010.

Lo demás es campaña electoral ¿Quién va a decir no a una tasa a los ricos de solemnidad dizque para crear empleo? Además, tan constitucional es el equilibrio presupuestario (artículo 160) como el deber de los ciudadanos de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos “de acuerdo con su capacidad económica” (artículo 31). En esos términos se presenta la tasa Rubalcaba. Otra cosa es la letra pequeña, de la que de momento sabemos muy poco. Sólo llegan los ecos de esas discusiones técnicas sobre los umbrales de la riqueza, la oportunidad de la medida, ventajas y desventajas, verosimilitud de la relación entre la propuesta y su influencia en la creación de puestos de trabajo, etc. En campaña electoral lo aconsejable es el escepticismo.


El Confidencial – Opinión

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