miércoles, 21 de septiembre de 2011

De una envidia admisible a unos cambios peligrosos. Por Andrés Aberasturi

"Que envidia me dais, que suerte ser bilingüe y poder cambiar del catalán al castellano". Y la verdad es que esto de entender otras lenguas es siempre bueno y positivo, que el saber no ocupa lugar y que todas esas cosas, pero de ahí a sentir nada menos que envidia por el bilingüismo de los catalanes, hay un cierto trecho difícilmente explicable para alguien que, de entrada, ni vive en Cataluña. Pero Rubalcaba está en campaña sentimental y para competir en dirección contraria con aquella tontería de Aznar de que él hablaba catalán en la intimidad, el candidato socialista suelta esta otra tontería de sentir envidia (pecado capital/nacional) de los que pueden cambiar del catalán al castellano. Se puede -y se debe- sentir respeto por cualquier lengua, pero envidia, lo que se dice envidia, la verdad es que yo sólo la siento -y en todo caso- por los que hablan inglés correctísimamente que es, nos guste o no, el esperanto de nuestro tiempo. Pero en fin, todo vale en campaña y empezar una reunión con una frase tan rotunda como la que encabeza esta columna, imagino que provoca el entusiasmo de los escuchantes catalanes aunque si la mantiene en Extremadura, por ejemplo, seguramente puede herir muchas sensibilidades. Pero Cataluña es un gran caladero de votos para el PSOE y eso justifica cualquier envidia, pero de ninguna manera afirmaciones difícilmente sostenibles como la de cambiar la Ley si es necesario para mantener el Estatut diga lo que diga el Constitucional.

A Rubalcaba no le parece razonable y no tiene "lógica política" que el Alto Tribunal se pronuncie después de que los ciudadanos hayan votado en referéndum, y añade una frase algo barroca y tal vez por eso algo inquietante: "Hay que cambiar las cosas para que el proceso sea natural y culmine con el aval ciudadano". ¿Qué cosas hay que cambiar? ¿Puede un referéndum convertir en constitucional lo que el TC considera inconstitucional? Y aun más ¿puede hacerlo avalado tan sólo por el 36 por ciento de los ciudadanos con derecho a voto? Se pueden cambiar muchas cosas, pero devaluar una de las patas del Estado de Derecho, resulta siempre peligroso porque al final siempre hay alguien que quiere convocar, por ejemplo, un referéndum sobre la pena de muerte después de un crimen horrendo o de una masacre. Y no. Por otra parte, la voluntad de una parte del pueblo -y más aun la voluntad de 36 por ciento del pueblo- no puede pasar por encima de la Ley cuando afecta a todo el resto del colectivo. Con este razonamiento, Rubalcaba está ofreciendo todos los triunfos a Bildu en particular y a los independentistas en general. Hay afirmaciones que se vuelven contra uno y si lo de la envida no deja de ser un guiño emocional admisible, lo de "cambiar las cosas" puede resultar muy peligroso; tan peligroso que no se debería decir ni para ganar un puñado de votos.

Periodista Digital – Opinión

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