viernes, 9 de septiembre de 2011

Así somos. Por José Luis Alvite

Al final resulta que al resentirse la economía de las personas lo que sale a flote con la desilusión y las penurias es la evidencia de que los españoles hemos perdido de vista valores elementales que además de resultar agradables, no nos costaban dinero. Hemos dado lugar, por ejemplo, a una cierta juventud insolidaria y materialista que no cree que pueda existir un solo placer que no cueste dinero, ni considera posible una amistad que no sea rentable y acarree beneficios. Dejando a salvo el eterno reducto de jóvenes entusiastas y cualificados que aún creen en el valor social del sudor gratuito, la verdad es que por todas partes hay muchachos que no sólo se rebelan contra el desgaste que creen que les supondría la suscripción de cualquier compromiso ideal, sino que incluso les da pereza el sorprendente esfuerzo que les supone descansar, entre otras razones porque yo creo que incluso hay chavales que no entienden la silla. Es triste que por culpa de un sistema educativo deficiente muchos de esos jóvenes ignoren dónde queda la provincia de al lado, pero aun es más triste que algunas adolescentes ni siquiera sepan cruzar las piernas en las terrazas de los bares sin que por el resquicio de las ingles se les vean las amígdalas. ¿Qué porcentaje de nuestros jóvenes lee diariamente algún periódico? ¿Y cuántos de ellos, por desgracia, son capaces de creer que el río Ebro desemboca tierra adentro en lo alto de un monte? En nuestras discotecas se les sirve alcohol a los menores y la horda amorfa del botellón arrasa parques y jardines sin que nadie le ponga remedio. Hemos confundido la libertad con la barra libre. Aun reconociendo la influencia que tuvo en numerosas manifestaciones intelectuales la progresiva liberalización de las costumbres, ha dejado como principal rastro una conquista científica de dudosa eficacia económica: el calimocho. ¿Qué coño de país es éste en el que hay criminales que acuden al jugado cohibidos por el miedo razonable a que el juez los ponga en libertad y hayan de volver sin remedio a padecer la inseguridad de las calles? Yo no soy un experto sociólogo, ni un político, y carezco del conocimiento para ponerle remedio a la situación, pero me pregunto a dónde se dirige un país, este, el nuestro, en cuyas cárceles por muchas razones sólo sienten los inconvenientes de la prisión sus funcionarios. Desde luego somos una sociedad rara, un extraño país en el que al declarar su patrimonio, los hombres más acaudalados nos demuestran que en España se necesita ganar muchísimo dinero para ser pobre.

La Razón – Opinión

0 comentarios: