viernes, 30 de septiembre de 2011

Alemania europea

El apoyo del Bundestag al fondo de rescate de la UE debe seguir con los eurobonos.

Durante el año y medio del episodio más agudo en la crisis de la deuda soberana europea se han multiplicado las dudas sobre el liderazgo europeo, sobre la eficacia de la locomotora franco-alemana y sobre si la canciller Angela Merkel patrocinaba un egoísmo nacionalista partidario de una Europa alemana en vez de la Alemania europea que sus antecesores consagraron generosamente. Pues bien, la votación de ayer en el Bundestag, que arrojó una abrumadora mayoría en favor de validar la ampliación del fondo de rescate europeo para países con grave crisis de su deuda, matiza positivamente todas esas angustias.

En efecto, si bien de forma agónica, la canciller ha demostrado que mantiene bastante disciplina en su coalición democristiana-liberal en favor de los avances europeos, aunque se apunta a estos con reticencias y retrasos; ha situado en la pista de despegue fórmulas planteadas con su pareja de baile francesa; y ha reverdecido la esperanza de que el sueño de una Europa a la exclusiva medida de Alemania no ha sustituido al de una Alemania plenamente encajada en Europa.

Todas esas conclusiones lo son por elevación, pues la decisión concreta era más prosaica, aunque no menos trascendente: se trataba de ver que el país líder de la UE validara el compromiso (multimillonario) de aumentar los instrumentos para evitar el impago de cualquier socio débil de la eurozona, y en segunda derivada, para sortear el colapso de la moneda única.


Con el formidable empuje parlamentario de ayer, las decisiones del Consejo Europeo del 21 de julio han recibido un potente aval. Empieza ahora una nueva fase de la crisis: el forcejeo, de una parte, entre las instituciones y Gobiernos, empeñados en imposibilitar con nuevos instrumentos la quiebra de un Estado miembro, por las consecuencias devastadoras que generaría en Europa y en la economía global; y, de la otra, sectores del mercado, grupos de presión sobre todo anglosajones y amplias capas de profesionales de la economía, que postulan la inevitabilidad del impago de Grecia, al que algunos ven como fuente de toda suerte de efectos milagrosos.

En esta fase debería abrirse camino la vía intermedia: aquella que propugna mantener la estabilidad y evitar la incertidumbre, pero reforzando aún más los instrumentos de protección del euro. Entre ellos, la creación de los eurobonos y de un Tesoro único europeo, vehículos de solidaridad financiero-fiscal que debieran evitar al mismo tiempo el riesgo moral de inducir a la laxitud presupuestaria.

Tras cinco derrotas en seis de las elecciones territoriales celebradas en los últimos meses, la canciller Merkel gozará ahora de un periodo de calma en las urnas, y de afianzamiento interno de su poder, que ojalá le permitan asumir lo evidente: los eurobonos, bien organizados, pueden servir para ampliar y profundizar el mercado de la deuda hasta el punto de afianzar la divisa europea... y también los intereses específicos de Alemania a un nivel insospechado.


El País – Editorial

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