viernes, 5 de agosto de 2011

Réplica a Arcadi Espada. Tea Party versus 15-M. Por Guillermo Dupuy

Que ambos movimientos sociales sean "expresión de un malestar" es, al contrario de lo que opina Espada, lo de menos. Lo decisivo son las radicales diferencias que ambos movimientos tienen a la hora de señalar al causante y la solución de ese malestar.

Hay algo peor que la indigencia intelectual y eso es la frivolidad. Basta leer asiduamente los artículos de Arcadi Espada para saber que estamos ante un lúcido y culto comentarista al que, sin embargo, a veces le gusta desperdiciar sus talentos hasta el extremo de hacernos creer que carece de ellos. Un buen ejemplo de esto último es el artículo con el que este viernes pretende convencernos de que no hay "nada más parecido al Tea Party que el 15". Por lo visto, para Espada es algo "secundario" que el primero pretenda reducir el Estado y el segundo reforzarlo; o que unos recojan "la pelusilla de Ayn Rand" mientras los otros "escuchan al abuelo Hessel". Estas cruciales diferencias son para Espada simples "detalles" que palidecen ante "la magnitud de semejanzas" tales como su supuesta "indigencia intelectual", su falta de "sofisticación" en sus manifiestos o el hecho de ser ambos movimientos "expresión de un malestar".

Para empezar, me sorprende que Espada crea que personas que él califica de "indigentes intelectuales" sepan quién es Ayn Rand. Pero, desde luego, sólo alguien que no haya leído a esta filósofa individualista estadounidense o no haya leído las intentonas postmarxistas de Hessel, o ambas cosas a la vez, puede considerar baladí o secundario la diferencia de sentirse seguidor de uno u otro. Espada seguro que ha leído a ambos. De ahí su frivolidad, que no indigencia intelectual.


Por otra parte, el hecho de que ambos movimientos sociales sean, ciertamente, "expresión de un malestar" es, precisamente, y al contrario de lo que opina Espada, lo de menos. Lo decisivo son las radicales diferencias que ambos movimientos tienen a la hora de señalar el causante y la solución de ese malestar. La "amalgama" que hace el frívolo, que no indigente, intelectual de Espada a raíz de ese malestar es tan grosera como la que equiparase el malestar que el franquismo causara a alguien como Salvador de Madariaga con el que les causaba a los miembros de la ETA. Que a nadie le quepa la menor duda de que el Estatuto de Cataluña también causa malestar a sectores ultras del separatismo catalán, ¿metemos ese malestar en el mismo saco que el que podemos sentir hacia ese mismo estatuto Espada o yo mismo?

No le falta razón a Espada cuando señala la "falta de sofisticación" de los manifiestos de ambos movimientos sociales; pero, en el caso del Tea Party, no es debido a la "engrosada dimensión de sus objetivos" sino, por el contrario, a la elogiable simpleza y sencillez de los mismos. Los partidarios del Tea Party, como dignos herederos de la Revolución Americana, saben que los diversos y múltiples objetivos de la vida, así como las múltiples tribulaciones que ésta comporta, pertenecen y deben seguir perteneciendo a la esfera individual. No pretenden que el Estado les procure la felicidad, ni siquiera la sanidad, aunque esto último Espada y tantos otros no lo terminen de entender. Sólo pretenden un Estado reducido, que no meta sus manos en sus vidas y en sus bolsillos. Tienen ideales, sí, pero aborrecen de esas utopías que, prometiendo el cielo en la tierra, solo han traído a ella el infierno. La mayoría de ellos son "creyentes", tal y como afirma el autoproclamado "escéptico" de Arcadi Espada, pero fundamentalmente creen en Dios y en sí mismos, lo que les inmuniza, que diría Chesterton, de creer en cualquier cosa.

Los partidarios del 15-M, por el contrario, aun creen en lo dogmas del marxismo y piden al Estado tantas cosas como los denigrados partidarios del Tea Party puedan pedir a Dios en ayuda de sí mismos. En su caso, la falta de sofisticación de sus manifiestos no es virtud, sino prueba de la confusión y contradicción de sus pretensiones. Dicen aborrecer de los políticos, pero al tiempo quieren entregarlo todo a manos públicas. Consideran que los políticos son corruptos y que no les representan, pero quieren entregarles la banca (como si buena parte de ella no estuviera ya en sus manos) así como la producción de toda clase de bienes y servicios, que reivindican como "derechos sociales".

Dice Espada que "a ambos movimientos los rige el extraparlamentarismo, desde luego, y la convicción subsiguiente de que las decisiones políticas se dirimen fuera de él". Asegura que "su fuerza viene de fuera; de su capacidad de practicar el chantaje" y entre los "principales logros compartidos" del Tea Party y de los indignantes está el "boicoteo de sesiones parlamentarias, sean la reforma sanitaria de Obama o la constitución del parlamento catalán".

Como ven, el delirante empeño de Espada por hacernos creer que ambos movimientos son "muy parecidos" le lleva a equiparar las pacíficas y democráticas reivindicaciones del Tea Party contra el proyecto de socializar la sanidad con las ilegales y violentas acampadas y acosos físicos que obligaron a los políticos catalanes a requerir protección policial y hasta helicópteros para acceder al parlamento. Mientras que el tea Party tiene una noción de la democracia estrechamente vinculada a la propiedad –no taxation without representation–, y es plenamente consciente de cómo la pueden vulnerar los déficits y endeudamientos públicos, apenas hay medidas en el recetario del 15-M que no impliquen un mayor gasto público. Su "democracia real" no es más que la maquillada oposición a la "democracia burguesa" .

En unos momentos de crisis económica, en la que estamos atrapados por la enloquecida renuencia de los políticos a apretarse el cinturón, más nos valdría que hubiera movimientos en España como el del Tea Party. Desgraciadamente, el parecido de este movimiento con el del 15-M no es más que la delirante creencia del escéptico y frívolo Arcadi Espada.


Libertad Digital - Opinión

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