miércoles, 24 de agosto de 2011

Simple. Por Alfonso Ussía

El cineasta Vicente Aranda ha descubierto, al fin, la causa que ha llevado a la ruina al cine español. El hallazgo es consecuencia de su sutileza y experta capacidad para el análisis. «La derecha se niega a ver cine español». Así de sencillo y así de simple. Para Aranda el «tema histórico» –muy intelectual– más importante de España es la guerra civil, y es un «tema» que no se puede tocar porque la derecha piensa que una cinta sobre dicho asunto –¿una guerra civil es un asunto?–, siempre es de izquierdas. Vaya por Dios, pero ahí acierta Aranda. Se han producido centenares de películas con la guerra civil como escenario, y todas sesgadas hacia la izquierda. Pero eso no significa que la derecha no acuda a ver cine español por tan sabido, manido y nada original motivo. La derecha y la izquierda, unidas en defensa de la libertad del ser humano a no aburrirse, no van a ver cine español por una causa harto diferente. Es un coñazo. Un coñazo que nace, precisamente, de lo coñazos y repetitivos que son la mayoría de sus directores. Un coñazo que se extiende hacia la falsa trascendencia de las historias, argumentos y guiones. Y un coñazo que se culmina con la sobreactuación y el tostón melodramático de un grupo de actores privilegiados –casi siempre los mismos–, que sólo saben interpretarse a sí mismos. Algunos de ellos, involuntariamente cómicos y divertidos. Cuando la tristeza me abruma o la depresión me avisa, acostumbro a ver algunas escenas de «Martín Hache» y río a mandíbula batiente con Luppi y Diego Botto en tan singular estupidez filmada, que ellos se toman tan en serio.

La derecha va al cine, como la izquierda. Pero desde su libertad –¿quién es la derecha y quien la izquierda para Aranda?–, pretende pasarlo bien, aprender, divertirse, entretenerse y volver a casa satisfecha. Además, que el hecho de pasar por taquilla para ver cine español resulta especialmente gravoso para los contribuyentes, que previamente, han pagado con sus impuestos las memeces producidas. Creo que tanto la derecha como la izquierda tendrían que acceder gratuitamente a las salas donde se proyectan películas subvencionadas mediante el simple trámite de mostrar a la entrada la copia de la declaración de la renta.

El problema, según Aranda, es que en la derecha no hay intelectuales. Y aquí me atrevería a preguntarle al intelectual Aranda quién le ha dado autorización, permiso o poder para conceder la cualidad y calidad de intelectual a su capricho y libre albedrío. Se me ocurren, de golpe, entre académicos, juristas, filósofos, escritores, artistas y hasta cineastas, más de dos centenares de intelectuales que se mueven por los ámbitos del liberalismo y el conservadurismo, y no alcanzo a sumar tantos en los despistados y autohinchados paisajes de la izquierda, que también los hay, pero menos de lo que algunos creen. Porque si los intelectuales de la izquierda se sustentan en su número en los pesebristas cejeros y subvencionados, vamos dados.

Dice Aranda que sin subvenciones no hay cine, porque España no tiene el número suficiente de habitantes para cubrir libremente el presupuesto de la cinta. Pregúntele a Segura y a Garci. Lo que no hay habitantes en España es para ver el malísimo cine que se hace con nuestro dinero, incluído el cine del señor Aranda, al que deseo toda suerte de venturas y presidencias de jurados siempre que sus felicidades y producciones corran a cuenta de su bolsillo. Aquí, Aranda, no hay derecha o izquierda que vaya o no vaya al cine. Hay cine bueno y hay cine malo. Hay originalidad o hay tedio. Y ustedes representan las segundas opciones. Simplón.


La Razón - Opinión

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