martes, 9 de agosto de 2011

Rubalcaba se viste de Zapatero


Si ya ni siquiera comparece como presidente ante una crisis como ésta, delegando en el candidato de su partido la búsqueda de soluciones, ¿por qué esperar al 20 de noviembre?

Al contemplar la rueda de prensa que ha ofrecido Alfredo Pérez Rubalcaba en la mañana de este lunes, resultaba inevitable pensar que la máquina del tiempo nos había trasladado un mes atrás, cuando el entonces vicepresidente ejercía de portavoz del Gobierno. Con su tono institucional con el que esquivaba las preguntas difíciles los viernes tras el Consejo de Ministros, el candidato del PSOE exigió que representantes de empresas y trabajadores se reunieran para alcanzar un gran pacto.

El contenido de la comparecencia es casi lo de menos. Una vuelta más de tuerca a las malas costumbres que hemos alimentado durante los últimos treinta años y que nos han llevado a donde estamos: pactos de chichinabo entre las fuerzas sociales que hace mucho que dejaron de representar a nadie, cambios cosméticos y palabras, muchas palabras. España necesita darle la vuelta como un calcetín a su modelo productivo, liberalizando una economía encorsetada, en buena medida, por soluciones como las que busca Rubalcaba, que pretende dirigirla desde arriba abajo en lugar de facilitar el proceso contrario.


Lo realmente notable es el descaro con el que el exvicepresidente actúa como si Zapatero no estuviera al mando y fuera él quien gobernara el país. Asegura haber hablado ya con miembros del Gobierno y aprovechar sus reuniones como candidato con los representantes de empresarios y sindicatos para avanzar. Cierto es que quienes "tienen que estar al frente tampoco se pueden ir de vacaciones", en crítica nada velada a Zapatero, pero eso no conlleva su sustitución de facto por alguien que no ha sido elegido ni por las urnas ni por el Congreso.

Pero si esta comparecencia deja en mal lugar a Rubalcaba, a quien no debería dejar indiferente es al propio Zapatero. Si ya ni siquiera comparece como presidente ante una crisis como ésta, delegando en el candidato de su partido la búsqueda de soluciones, ¿por qué esperar al 20 de noviembre? Parece claro que se ha tomado muy a pecho su papel de líder amortizado que nada puede ni debe hacer hasta su marcha. Pero en tal caso, y dada la dramática situación económica en que nos encontramos, no tienen ningún sentido seguir alargando la agonía. Que convoque ya, sin perder más un tiempo que para España es precioso.


Libertad Digital - Editorial

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