viernes, 19 de agosto de 2011

Reivindicación de la fe

Aunque se trata de la tercera visita de Benedicto XVI a España, en realidad parece la primera si nos atenemos a la multitudinaria movilización que se ha generado a su paso y por el vivo entusiasmo suscitado. Madrid fue ayer una fiesta y sus calles vibraron con la expresión sin complejos de la fe cristiana. Lo dijo el propio Rey en su discurso de bienvenida al Papa: España no se entiende sin el cristianismo. De ahí que Su Santidad invitara a los españoles a no ocultar esa identidad religiosa y denunciara la «persecución larvada» que padecen los cristianos en los estados laicistas. A buen entendedor, pocas palabras. El Santo Padre es consciente de una realidad que, aunque no es mayoritaria, sí va ganando protagonismo en los últimos tiempos, en los que los católicos asisten a cómo los privan de los signos de la presencia de Cristo en la vida pública y silenciando su mensaje. Así, el Papa afirmó que «es urgente ayudar a los jóvenes discípulos de Jesús a mantenerse firmes en la fe y en asumir la bella aventura de anunciarla y testimoniarla abiertamente con su propia vida». Esa frase tiene una especial relevancia en un contexto como el de la sociedad española, que ha asistido en los últimos tiempos a políticas que, si bien no han supuesto un abierto ataque a la Iglesia como institución, sí que han pretendido violentar sus creencias más hondas como la Ley del Aborto frente al respeto supremo por la vida. Aunque no aludió a situaciones o leyes concretas, Benedicto XVI apeló a un clima de respetuosa convivencia con otras «legítimas opciones» al tiempo que exigió el debido respeto a la identidad cristiana, palabras que no pueden pasar inadvertidas a los poderes públicos. Ya es sabido que Benedicto XVI se caracteriza por sus hondas reflexiones de gran calado espiritual y social. El Santo Padre no es ajeno a la actual crisis económica. En ese sentido, ha apuntado con acierto que esta crisis ha servido para comprobar lo que ocurre cuando la economía sólo se rige por criterios mercantiles y olvida la ética. Otras voces ya habían subrayado que esta crisis económica va acompañada de una crisis moral y de principios, teoría que el Santo Padre avala con sus palabras. Consciente de que el desempleo se está cebando con los jóvenes en España, les pidió que conserven la fe en este contexto de grandes dificultades y desafíos que hay que vencer que, como él mismo precisó, pasan por la violencia, la discriminación, el deterioro del medio ambiente y el desempleo. El Papa pidió atajar los efectos más perniciosos de la crisis desde la «responsabilidad» y estuvo singularmente afortunado al diagnosticar que «si los jóvenes de hoy no encuentran perspectivas de futuro, la sociedad actual está equivocada». La jornada de ayer fue especialmente intensa. En los días que restan, a buen seguro que el Santo Padre dará un testimonio de vida en la fe que calará en millones de jóvenes. Porque Benedicto XVI no sólo tiene una sólida preparación para observar el mundo y comprender sus problemas, tanto espirituales como materiales, también es un hombre que transmite esperanza a partir de sólidos valores que descansan en el amor a Cristo y en sus fértiles enseñanzas. Pero para que se concreten hay que ser valientes y, como él dijo: «No os avergoncéis del Señor».

La Razón - Editorial

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