lunes, 15 de agosto de 2011

Reino Unido: el fracaso socialdemócrata

¿De verdad merecen un solo chelín del dinero salido de los impuestos de los trabajadores quienes se levantan a romper escaparates porque dejan de recibirlo con la generosidad habitual?

Este fin de semana las calles de Londres, Birmingham y Manchester se han mantenido tranquilas. El amplio despliegue policial y los numerosos arrestos han funcionado. Posiblemente se haya tardado en reaccionar más de la cuenta, pero tanto las duras palabras de Cameron como una acción policial acorde con ellas han obtenido sus frutos.

Tras décadas de políticas de fomento del Estado del Bienestar, muchos barrios de las grandes ciudades del Reino Unido funcionan principalmente gracias a los cheques que sus habitantes reciben del Gobierno. Hay generaciones completas que han crecido sin ver a sus padres levantarse temprano todos los días para irse a trabajar. Las consecuencias que supone para las arcas públicas mantener a tantas personas improductivas son evidentes. Pero menos evidentes, pero posiblemente más graves, son sus secuelas en la moral y la ética de buena parte de la sociedad. Porque este sistema no desperdicia tanto el dinero como desperdicia a las personas.


Mucho se ha escrito y muchos se han burlado de lo que se ha dado en llamar la mentalidad de la clase media. La valoración del esfuerzo y la fe en que al final éste da resultado. Pero cuando se destruye esa base de las sociedades modernas no lo sustituye nada bueno. Y no hay mejor manera de aniquilar esa moral que recompensar a la gente por no hacer nada por su vida. No sólo se incapacita a muchos para aportar algo beneficioso para la sociedad, sino que se convierte su molicie en un derecho que la sociedad le debe.

Hay quien ha defendido que ésta es la consecuencia lógica a los recortes del Gobierno de Cameron, aunque se muestran incapaces de señalar qué recortes y en qué cuantía han podido afectar a los vándalos dedicados a saquear tiendas de electrónica y ropa de marca. Resulta cuando menos dudoso ese diagnóstico, pero aun si así fuera, no existiría mejor campaña a favor de la reducción de gasto público que ha acometido el Ejecutivo británico. Porque ¿de verdad merecen un solo chelín del dinero salido de los impuestos de los trabajadores quienes se levantan a romper escaparates porque dejan de recibirlo con la generosidad habitual?

Cameron ha centrado su discurso de reacción a los disturbios recordando el arcaico concepto de responsabilidad individual, casi olvidado durante años de búsqueda de las causas de fondo detrás de cada acción violenta. Y tiene razón. Pero ha sido el Gobierno británico quien durante décadas más ha hecho por su destrucción. El Reino Unido, y muchos otros países, necesitan endurecer su política penal para los delitos reales, sí, pero también dejar de perseguir como delitos cosas que no lo son. ¿Se atreverá Cameron a liderar un cambio en esa dirección?


Libertad Digital - Editorial

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