miércoles, 17 de agosto de 2011

JMJ. ¿Qué dicen los peregrinos? Por Agapito Maestre

¿Son huecos, pues, los mensajes de los peregrinos? No me atrevería a decirlo con esa palabra, pero, en mi opinión, no ayudan a resolver los gravísimos problemas que tiene la Iglesia en el mundo y, sobre todo, en España.

Desde el otro extremo de Occidente, más concretamente de la Rusia europea, una persona que ha vivido largo tiempo en el centro de Madrid me pregunta por los miles de peregrinos convocados por la JMJ. ¿Qué dicen y qué quieren? ¿Qué expresan sobre el sentido de su peregrinación? ¿Qué mensajes transmiten sobre la situación del mundo? ¿Cuáles son sus propuestas para ayudar a solucionar los miles de problemas que tiene la propia Iglesia Católica en el mundo y, sobre todo, en España? Las preguntitas tienen su tener. Y es que la gente rusa, como casi todos los pueblos pasionales de las partes extremas de Europa, va al grano. No se anda por las ramas. Quieren saberlo todo y pronto.

Sus preguntas son realistas, acertadas, pero yo, un simple observador del acontecimiento, no sé cómo podría contestarlas. La tele y el resto de medios de comunicación ya están informando y contestando algunas de esas preguntas. Mi impresión no es muy distinta de la de los medios: hay miles de personas por todo Madrid que reflejan en sus rostros un espíritu de fiesta. Quizá sus risas y cantos resulten, en una época tan cruel como la que vive España y el mundo, un poco exageradas. Quizá sea cosa de jóvenes. Es como si hubiéramos pasado de un modelo de joven cristiano sombrío y cabizbajo, preocupado y sufriente por todos los males del mundo, a uno muy contento y risueño que se lo pasa estupendamente haciendo turismo.


Salgo a la calle para contrastar mi percepción, y como toda percepción fragmentada, de estos peregrinos, pero real y directa para evitar caer en arbitrariedades y subjetivismos. Quiero que las preguntas formuladas en Rusia tengan unas respuestas más o menos objetivas. Ajustadas a lo que dicen la mayoría de los peregrinos. Paseo por el centro de Madrid y veo grupos de jóvenes venidos de todas las partes del mundo. Al instante recuerdo las palabras del máximo organizador del acontecimiento: esto es una gran movida. Rouco tiene razón. La Iglesia aún hoy tiene capacidad de organización. La experiencia siempre es un grado. Impresionante. Resulta que hay multitudes por las calles, pero uno no se siente aprisionado ni devorado, como en otras ocasiones, por unas masas amorfas; tengo la sensación de que veo personas, individuos civilizados, exageradamente civilizados...

Ríen, ríen y ríen. Es como si quisieran demostrar que están alegres, muy alegres, excesivamente alegres. Me acerco a ellos y pregunto por el sentido de su visita. Los mensajes son cortos, muy cortos, ciertamente contundentes, pero, a veces, son tan breves que empiezo a pensar que están un poco vacíos. ¿Huecos de doctrina y mensaje? Es como si quisieran evitar conflictos. No sé si hablar de rehuida de los problemas. En verdad, no lo sé, pero creo que no quieren enfrentamientos de argumentos. Eso no significa en modo alguno que oculten lo esencial. En efecto, todos quieren dar testimonio público de su fe. Bien. Quieren ver y escuchar a su gran "líder" espiritual: el Papa. De acuerdo. Vienen a encontrarse con otros jóvenes católicos de otras partes del mundo. Estupendo.

Pero, en un mundo con tantos problemas, ¿cuáles son los grandes mensajes que transmiten estos peregrinos cristianos? No me refiero a los discursos de los obispos y sacerdotes, ni a lo que se diga en los cientos de conferencias y actos culturales, menos aún me refiero a homilías, sermones, etcétera. Tampoco estoy hablando de las palabras que todos esperamos de Benedicto XVI. Me refiero a los tipos de mensajes que transmiten estos jóvenes venidos de todas las partes del mundo. De esos mensajes, por desgracia, poco, casi nada, puedo extraer para contestar a las preguntas llegadas de Rusia. ¿Son huecos, pues, los mensajes de los peregrinos? No me atrevería a decirlo con esa palabra, pero, en mi opinión, no ayudan a resolver los gravísimos problemas que tiene la Iglesia en el mundo y, sobre todo, en España.


Libertad Digital - Opinión

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