domingo, 28 de agosto de 2011

Picaresca de la crisis. Por Iñaki Ezkerra

Que la crisis llene las calles de pícaros; que regresen el Buscón y el Lazarillo de Tormes, los mecheras y los rateros de los que me hablaba mi abuela, o los tumbados de «La Colmena», es quizá inevitable. Lo que no me parece tan inevitable es que las chungas estrategias sacacuartos vengan de unas empresas que suponemos serias, aunque sólo sea por el capital que manejan y por su magnitud. Lo que no es de recibo es la picaresca organizada de los ricos, o sea la tabarra inclemente que te dan las compañías de telefonía móvil, con toda clase de ofertas opacas que se niegan a plantearte y a formalizarte por escrito. No es de recibo que ellos puedan llamarte a todas horas para importunarte, pero que tú tengas un problema con tu móvil y que no se te ponga nadie; que te hablen fantasmales contestadores; que te obliguen a teclear hasta la fecha en que te tomaste la primera papilla y te pidan que llames en otro momento porque las líneas están saturadas, o los asesores ocupados. No es de recibo –aunque luego el recibo no te lo perdonen– que, tratándose de una empresa que te está ofreciendo la telefonía más sofisticada del momento, no entiendas nada de lo que te están diciendo, porque el operador te habla desde el culo del planeta, ni que tal lejanía suponga el total desconocimiento, por su parte, de la legalidad de tu país.

No es ni siquiera constitucional que te digan que la conversación está siendo grabada, pero que tú no te puedas quedar con un documento de la tarifa que has contratado. Que la conversación se grabe les servirá a ellos, pero no a ti para poder hacer una reclamación. No es constitucional, porque vulnera el principio de igualdad de los españoles que esas tarifas, que en principio son invariables, varíen una docena de veces durante la conversación si a la persona con la que hablas le dices, por ejemplo, que te vas a cambiar de compañía. Hablo de un tema que merece la intervención del Defensor del Pueblo y probablemente del Tribunal Europeo de Defensa de la Competencia, porque es especialmente grave en un momento de recesión económica como el que vivimos, que acentúa más aún si cabe la indefensión del ciudadano. Aquí, unos señores que tienen en sus manos las tecnologías del siglo XXI quieren retrotraernos al acuerdo de palabra, al regateo y, al paso que vamos, al trueque medieval. El detalle más chusco y más gráfico de la extemporaneidad de esta picaresca tecnologizada es que habla a menudo como se hablaba antes en los pueblos. A menudo usa el tratamiento de señor delante de tu nombre propio. Yo es que, en cuanto me llaman «señor Ignacio», me temo lo peor.

La Razón – Opinión

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