jueves, 11 de agosto de 2011

Jóvenes sin valores

Con los rescoldos del incendio aún candentes, el primer ministro británico reflexionó ayer en voz alta sobre las causas que se ocultan detrás de la destructora explosión de vandalismo y pillaje originada en Londres y contagiada más tarde a otras grandes ciudades británicas. David Cameron no ahorró autocríticas a la gestión del Gobierno, lo que le honra, y realizó un severo diagnóstico de los hechos que se puede resumir así: «Lo que vemos es falta de responsabilidad, un problema moral y político. Hay algo malo en nuestra sociedad y algunas partes están enfermas... Tenemos que curarlo». Además de la violencia con la que se han comportado los grupos de maleantes, lo que más ha asombrado a los británicos ha sido la extrema juventud de sus integrantes, adolescentes de apenas 13 y 14 años muchos de ellos, que «piensan que el mundo les debe algo y que sus acciones no tienen consecuencias», como señaló Cameron. Es decir, se trata de una generación que ha crecido sin ética ni principios morales, en un clima de egoísmo y con absoluta falta de responsabilidad. Es el resultado de haber minusvalorado el papel fundamental de la familia en la formación de los hijos y de haber convertido la etapa escolar en un mero trámite administrativo, sin exigencias éticas ni valores cívicos y morales. Cuando los principios de autoridad, responsabilidad, respeto mutuo y solidaridad desaparecen de la educación por ser considerados «conservadores», lo que se cosecha al cabo del tiempo son los frutos amargos de unas generaciones amorales, agresivas y marginadas. Los actos de pillaje de estos días no han surgido por generación espontánea ni obedecen a un complot, sino que son la consecuencia de haber descuidado los planes educativos, seguramente para hacerlos menos exigentes, y de no haber atajado el deterioro de las condiciones de integración de los jóvenes. Tras varias legislaturas laboristas, la sociedad británica ha abandonado buena parte de los principios que la hicieron sólida y pujante en la época de Margaret Thatcher. Y lo cierto es que Cameron ha heredado una sociedad bastante peor que la que recibió Toni Blair. Son los errores de las políticas educativas y sociales del laborismo los que ahora han salido violentamente a la luz. En vez de abordar con rigor y visión de futuro los problemas que planteaban las bolsas de jóvenes inmigrantes en las grandes ciudades, Blair y Brown se limitaron a la política del subsidio y a rebajar los controles de calidad educativa. Si alguna lección debemos extraer de los sucesos de Inglaterra es que la formación ética y en valores es la base imprescindible para que la sociedad se refuerce con nuevas generaciones bien equipadas intelectual y moralmente. De lo contrario, cuando por intereses ideológicos se deterioran esos principios, tarde o temprano la comunidad acaba pagando muy caro tal irresponsabilidad. No parece probable que en Madrid o en otras grandes ciudades españolas ocurra lo que en Londres, pero tampoco nos saldrán gratis las frivolidades, ocurrencias e imposiciones de la política educativa del Gobierno socialista, que ha situado a España a la cola del mundo occidental.

La Razón - Editorial

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