viernes, 19 de agosto de 2011

Fuera Papa, fuera cruces, fuera católicos. El acoso de la izquierda. Por Magdalena del Amo

Hay muchas maneras de perseguir. Cuando llegan los misioneros de Asia o de África y nos cuentan de primera mano la persecución que sufren diariamente, que por prudencia tienen que llevar la cruz bajo la ropa para no provocar, o celebrar el culto a escondidas, los católicos de aquí sentimos cierto pudor al decir que la Iglesia en España está perseguida. Pero hay muchas maneras de perseguir. En efecto, aquí a los católicos no nos matan; pero más que por respeto y tolerancia hacia la libertad de culto como estipula el artículo 16 de la Constitución en su párrafo 1, no nos borran del mapa porque no pueden, y deben conformarse con borrar a Dios de las instituciones y eliminar los símbolos religiosos de los lugares públicos. Los cristos, sólo en las habitaciones, no vaya a ser que con tanto poseso suelto se prodiguen los ataques en la vía pública. Lo digo porque los poseídos por el diablo reaccionan violentamente ante lo sagrado, como lo hacía la desgraciada niña, Regan McNeil en la película El exorcista, basada, por cierto, en hechos reales.

La cruz del Castro de Vigo vuelve a ser noticia. El anterior obispo, don José Diéguez, pactó en su día con el alcalde socialista Abel Caballero que el monumento levantado hace cincuenta años por los caídos en la Guerra Civil seguiría en pie. Ahora, los de Izquierda Unida se han enterado y en lugar de pedir la ayuda de un exorcista, presionan para que la cruz sea retirada. Otra patata caliente para Monseñor Quinteiro, actual obispo de Tuy-Vigo. Y es que la izquierda española es insaciable. Tanta sangre sobre sus espaldas, lejos de hacerles sentir arrepentimiento, los vuelve más fieros, sobre todo cuando se les hiere con lo sagrado.

Es lo que pienso, y si crispo, lo siento. Ya está bien de callar ante el acoso y la presión de los que quieren cambiar la historia presentándose como víctimas de la Guerra Civil, y amnésicos ante los crímenes que con tanta saña cometieron. Ya está bien de oír a los intelectuales intolerantes de la izquierda azuzar a las masas contra la Iglesia con frases como “Sólo entienden del palo…” o “…en cuanto se les presenta la ocasión […] dicen que no se puede votar a partidos que apoyan el divorcio, el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo”, Peces Barba dixit. Ya está bien de calumnias, injurias, burlas, mentiras y tergiversaciones por parte de los agitproperos anticlericales de los medios al servicio del laicismo feroz imperante. Quizá en estos momentos deberíamos profesar el buenismo y fijarnos sólo en lo positivo, obviando las continuas arremetidas de que venimos siendo víctimas. Que los obispos callen en aras de una mejor convivencia, y por prudencia, les honra. Ellos deben estar por encima de estas debilidades humanas. Pero yo, hoy, sigo su ejemplo a medias, aunque procuro moderarme, dejando el archivo a medio abrir.

La Jornada Mundial de la Juventud, a la izquierda no le deja dormir. El paisaje madrileño estos días muestra a jóvenes de todos los países aterrizando para estar con el Papa, adultos de espíritu joven, cientos de voluntarios preparando la fiesta, imágenes de jóvenes alegres de atuendos multicolores, rezando, cantando y bailando, y la ciudad engalanada y dispuesta a vivir los momentos más bellos de su historia, dignos de ser inmortalizados con la pincelada suelta del otrora pintor de la Corte, Francisco de Goya.

Pero hay quien no puede aguantar la rabia maligna y tiene que demostrarlo intentando aguar la fiesta. Es cierto que el Gobierno socialista facilitó la organización de este acontecimiento catalogado como “Bien de excepcional interés público” y desplegó los medios necesarios, como ante cualquier otro evento civil. Pero han tenido que aparecer varias manzanas de la discordia. Los enemigos de la Iglesia se ceban con la colaboración de las tres administraciones y la exención fiscal de las empresas patrocinadoras. Analizado en clave económica, el evento generará varios millones de beneficio, por mucho que sigan insistiendo en el gasto excesivo; eso sin contar con la proyección de España en el ámbito internacional. Que se lo pregunten si no a un experto en publicidad. Pero están en su derecho a discrepar; lo que no es de recibo es que la delegada del Gobierno, María Dolores Carrión, facilite que sus afines indignados del 15 M, orgullo gay, feministas, Izquierda Unida, sindicalistas, asociaciones de ateos, curas que no lo son y demás tropa del laicismo salvaje y totalitario, pongan su nota maligna, agresiva y violenta para hostigar a los peregrinos que visitan la capital de España, autorizando una manifestación anti-Papa. Siento vergüenza e indignación, porque no existen precedentes de estos actos abominables en ninguna de las capitales del mundo que acogieron la JMJ, la mayoría con mucha menos tradición católica.

Algunos sacerdotes díscolos critican el evento y dicen que tanta ostentación no se corresponde con la Iglesia de Cristo. ¿Dónde está la ostentación? ¿En los chicos que cargan con sus mochilas? ¿En las familias que los acogen en sus casas? ¿En la cesión de espacios? ¿En la seguridad para evitar problemas de orden público? ¿En la megafonía en diferentes idiomas? No olviden esos curas disidentes las palabras del Evangelio en Mateo, 10-27: “Lo que os digo de noche, decidlo a la luz del día; y lo que os digo al oído, gritadlo desde los tejados”. En Madrid, hay un tejado gigante esperando a Benedicto XVI y miles de peregrinos de todas partes del mundo que desean oír sus palabras y recibir su bendición, bendición que también va dirigida a los disidentes.


Periodista Digital - Opinión

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