domingo, 28 de agosto de 2011

Elegancia. Por Alfonso Ussía

El presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, no pretende que los periodistas y reporteros gráficos acudan al Parlamento elegantemente vestidos, sino con corrección. El baremo para distinguir lo correcto de lo incorrecto, que pasa por el respeto a los demás y a la institución que se visita, es fácil de establecerlo. Otra cosa es la elegancia, que se mueve por el gusto de cada uno. Escribió el gran Grover Whalen: «Míster Prower sorprendió con su elegancia.

Chaqueta verde con cuadros morados y unos pantalones naranjas que morían lánguidamente sobre el empeine de sus zapatos blancos». ¿Es elegante llevar todo a juego? Frank Case no lo considera así: «Muéstrame a un hombre que lleve pañuelo, calcetines y corbata a juego y te mostraré a un tipo que lleva puesto un regalo de Navidad». Bono no exige a los periodistas y reporteros que lleven puesto un regalo de Navidad, ni que las periodistas y reporteras vayan al Congreso como si fueran a desfilar en una pasarela. Pide corrección y respeto. Jamás será elegante quien pretenda serlo e invierta más de diez segundos en elegir la corbata. Se cuenta del barón de Segur, padre de José Luis de Vilallonga. Había sido invitado por Alfonso XIII al primitivo «Giralda». Desayuno, a las nueve en punto. Daban las diez y Segur no se presentaba. Al fin apareció, acicaladísimo. «¡Salvador!, ¿qué coño hacías?», le preguntó molesto el Rey.

«Vestirme, Señor». «¿Y para vestirte así necesitas una hora? Yo lo he hecho en cinco minutos». «Y se nota, Majestad, se nota». Lo cual no era cierto. Combates monárquicos y republicanos aparte, el Rey era elegante por naturaleza, en tanto que el barón de Segur era un elegante cosmético y bastante cursi, escrito sea con el perdón de sus descendientes. En resumen. Bono no pretende que los periodistas y reporteros que cubren la información en el Congreso de los Diputados vayan vestidos como el barón de Segur.


El duque de Bedford, elegante y algo arruinado, se presentó una noche de verano en su club londinense, el «Brooks & Woodles», perfectamente vestido y sin corbata. «Señoría; no puede permanecer con ese atuendo. El artículo 6º del Reglamento Interno lo explica con claridad. “Los señores socios están obligados al uso de la corbata”». El duque de Bedford se marchó sin protestar por respeto al Reglamento de su amado club. Al día siguiente, algo lluvioso, el duque se presentó con una elegante gabardina. Al quitársela, apareció completamente desnudo y una corbata anudada a su cuello. «Cumplo con el artículo 6º». Y cenó en pelota picada. Es decir, Bedford llevó hasta el límite el reglamentarismo, pero nada hubiera pasado de ser nuevamente puesto de patitas en la calle. Más por cumplirlo que por su inicial incumplimiento.

Es cierto que en verano los reporteros gráficos –más que los informadores– llevan toda suerte de artefactos de un lado al otro. Y que el calor aprieta y agobia. Bono no les pide que se vistan como Segur. Lo que les pide es que no vayan como quien se presenta en una playa, con camisetas, pantalones cortos y chancletas. No hacen falta lecciones de urbanidad para saber si uno va vestido con respeto hacia los demás o, por el contrario, considera que el Congreso es un chiringuito costero. La elegancia no es obligatoria, pero sí el respeto. Los diputados no acuden al Congreso en camiseta y con chancletas. Ni las diputadas ataviadas para darse un chapuzón. Se va como se recibe. Eso es la corrección. No llamar la atención, pasar desapercibido y respetar las instituciones a través de la estética.


La Razón – Opinión

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