jueves, 25 de agosto de 2011

Desbandada socialista y toque de corneta constitucional. Por Federico Quevedo

El presidente del Congreso, José Bono, la ministra de Economía, Elena Salgado, la ex ministra de Cultura Carmen Calvo, el vicepresidente segundo, Manuel Chaves, el presidente de la Comisión Constitucional, Alfonso Guerra... Son algunos de los nombres de destacados socialista que piensan decir adiós a la política porque no quieren ir en las listas de las próximas elecciones generales. Hace unos días un follower un tanto insolente respondía con un "¿desbandada socialista? Viniendo de usted, señor Quevedo, será todo mentira", a un post mío en ese sentido en Twitter... Pues bien, la lista de nombres empieza a ser un síntoma, y la impresión es que va a continuar, es decir, que hay otros muchos dirigentes y diputados del PSOE que no tienen muy claro si van a continuar en la próxima legislatura. Es normal. Las desbandadas se producen cuando los ejércitos pierden las batallas, y en política ocurre tres cuartos de lo mismo y ante una más que segura derrota electoral se anticipan las deserciones.

En el fondo, esto también es una factura que el Partido Socialista debería endosarle a José Luis Rodríguez Zapatero, gracias al cual va a sufrir uno de los mayores repliegues de su poder político que haya tenido nunca un partido político en España -bien es verdad que solo ha habido dos que hayan gobernado en prácticamente todo el territorio-, con las consecuencias que eso tiene, no sólo en términos específicos de poder, sino también en los de 'agencia de colocación' que es en lo que a veces parece que se han convertido los partidos en nuestro país.

«Siempre he creído que para acabar con la mediocridad en la política española, mediocridad que se da en todos los partidos, habría que limitar por mandato constitucional a ocho años el ejercicio de cualquier cargo público, desde el último concejal hasta el presidente del Gobierno.»
De hecho, no deja de ser sorprendente esa desbandada en unas filas en las que la profesionalización política es un denominador común: véase el ejemplo de Elena Valenciano, de la nada a número dos en la lista de Rubalcaba, sin curriculum y con el único elemento a su favor de ser una buena lectora de argumentarios. Habrá quien me ponga a parir por decir esto, pero me limito a constatar la realidad. Siempre he creído que para acabar con la mediocridad en la política española, mediocridad que se da en todos los partidos, habría que limitar por mandato constitucional a ocho años el ejercicio de cualquier cargo público, desde el último concejal hasta el presidente del Gobierno, pasando por diputados, senadores, diputados autonómicos, consejeros, ministros, etcétera.

¿Se puede hacer? Si, se puede hacer, solo hacen falta dos cosas: una sociedad convencida de que de esa manera se evitarían muchos de los desmanes a los que nos tienen acostumbrados los políticos, y unos políticos que, obligados por esa misma sociedad, lo propusieran en el Congreso para reformar la Constitución. Una Constitución que va a ser reformada ahora por trámite legal y legítimo para poder limitar el déficit de las administraciones públicas. De nuevo, como en todo, habría que exigirle a Zapatero alguna factura por esto: si hubiese hecho caso a esa propuesta del PP cuando la hizo, habría sido posible ampliar esa reforma a cuestiones como la aquí planteada, y aprobarla en referéndum antes de las elecciones generales, para poder cumplir los trámites que marca la propia Constitución. Pero ocurre lo de siempre: Zapatero lo hace todo tarde y mal, y además obligado por las circunstancias o, en este caso, por una carta amenazante de Angela Merkel.

Estos son los hechos, y solo cabe concluir que es el momento de que la sociedad española le pase una factura contundente a este Gobierno, a este partido que nos ha conducido a una situación insostenible y que después de habernos vendido las burras de la regeneración y el reformismo ha resultado ser el más oficialista y el más inmovilista de todos los gobiernos habidos en nuestro país.


El Confidencial - Editorial

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