sábado, 27 de agosto de 2011

Reforma constitucional. A confundir, que algo queda. Por Maite Nolla

Tiene que contener a los rebeldes que han comprendido que el gesto de Zapatero hace innecesario celebrar elecciones el 20 de noviembre. Borrell existe y es del sector crítico, aunque nadie supiera nada hasta la fecha.

Los desplazados buscan su hueco. Los habituales perejiles de todas las salsas en los últimos años han quedado relegados en el asunto de la reforma. Pasada su propia confusión inicial, necesitan distraer para recuperar algo de protagonismo. Y es que Rubalcaba tiene muchos problemas y ninguno de ellos pasa por los veinticinco diputados del PSC. Son, con diferencia, los votos más seguros; los más disciplinados del grupo, por la cuenta que les trae. Tere Cunillera, vicepresidenta del Congreso, no se imagina a sí misma votando otra cosa que no sea lo que le mande el PSOE. Cuando le dieron el escaño lo pidió con todos los extras, menos el de la libertad de voto. Los problemas le vienen al candidato porque no puede discutir ni la necesidad, ni la forma, ni el tiempo de la reforma. Por eso miente y dice que ha impuesto no se sabe qué en el pacto. Además, tiene que contener a los rebeldes que han comprendido que el gesto de Zapatero hace innecesario celebrar elecciones el 20 de noviembre. Borrell existe y es del sector crítico, aunque nadie supiera nada hasta la fecha.

Y Duran ha dicho que la reforma es "esperpéntica", "surrealista", y hecha "de espaldas a la gente", y pide un referéndum, aunque antes de ser llamado al orden dijo que "compartía el espíritu" de la misma. Sin ánimo de ser muy crítica, pero imaginemos el siguiente escenario, como se dice ahora: supongamos que la reforma hubiera sido fruto de un debate previo con juristas, economistas y con aportaciones de todos los partidos, y no obligada por doña Merkel. Pongamos que la reforma se somete a referéndum, pero de los de verdad, no como los alegales que convoca CiU para que voten menores y extranjeros, y que el referéndum tiene una gran participación y que no es ridícula como en el del Estatut. Y que el resultado del referéndum es el del apoyo de la gente a la reforma. Vamos, supongamos que la reforma se hace bien, que se concreta en algo y que no remite su efectividad a una ley posterior y a nueve o diez años vista. ¿Apoyaría entonces el señor Duran la reforma? No, claro que no. Pues entonces, ¿qué necesidad tiene de crisparse tanto? El ceño y el sobrecejo tienen un límite, más aún con esas gafas rojas tan "agresivas". Duran puede que tenga razón en lo que dice, pero los nacionalistas no se oponen a la modificación de la Constitución por las formas precisamente, creo yo. Además, que yo recuerde, este señor y otros dos fueron los que reformaron la Constitución en una noche en La Moncloa por la vía del Estatut; y no se me ocurre una forma mayor de darle la espalda a la gente. Porque entonces nadie nos preguntó si queríamos o no queríamos adaptar la Constitución a los caprichos nacionalistas.

En fin, Rubalcaba y Duran, dos descolocados a los que sólo les queda intentar confundir al personal.


Libertad Digital – Opinión

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