jueves, 18 de agosto de 2011

Chapuzas. Por Daniel Pipes

La Casa Blanca ponía en práctica la semana pasada dos estratagemas inmaduras que pusieron de relieve las políticas engañosas de aficionado que sigue la Administración Obama en Oriente Próximo islámico de una forma dolorosamente obvia.

El primer caso se refiere a la espinosa cuestión de su posición jurídica respecto a Jerusalén. En 1947, la ONU dictaminó que la ciudad sería «corpus separatum» (instancia independiente). Años más tarde, y a pesar de muchos cambios, la legislación estadounidense sigue sosteniendo esta disposición. Ignora que Israel declaró Jerusalén oeste su capital en 1950 y la totalidad de Jerusalén en 1980. El Ejecutivo llega a saltarse una ley de1995 que obliga a desplazar su embajada a Jerusalén y una ley de 2002 que obliga a que los formularios reconozcan como nacidos en Israel a los estadounidenses nacidos allí.

Poniendo en tela de juicio esta política, los padres estadounidenses de Menachem Zivotofsky, oriundo de Jerusalén, exigieron que en su pasaporte le cuenten como nacido en Israel. Cuando el Departamento de Estado se negó, los padres acudieron a los tribunales; su caso llega estos días al Tribunal Supremo. Las cosas empezaron a ponerse interesantes el 4 de agosto, cuando Rick Richman, del «New York Sun», destacaba que «La Casa Blanca reconoce en su propio portal que Jerusalén está en Israel –como reconocen el Departamento de Estado y la CIA en los suyos–».


El 9 de agosto, Daniel Halper, del «Weekly Standard», reiteraba la exposición de Richman. Dos horas más tarde, Halper informaba de que «aparentemente la Casa Blanca ha examinado su portal, limpiando cualquier referencia a que Jerusalén se encuentre dentro de Israel». Alguien del gabinete de la Casa Blanca esperaba salir airoso de una chapuza.

La segunda chapuza se refiere a la lista de invitados de la cena de iftar (cena que corta el ayuno durante el Ramadán) celebrada en la Casa Blanca el10 de agosto. Ésta facilitó una lista de invitados que incluía a congresistas, diplomáticos y «líderes de la comunidad». Pero la investigación abierta por el Investigative Project on Terrorism demuestra que la lista no incluía a los islamistas estadounidenses asistentes a la cena: Haris Tarin, del Consejo Musulmán de Relaciones Públicas; Mohamed Magid, de la Sociedad Islámica de Norteamérica, y a Awais Sufi, del grupo Activistas Musulmanes.

La Casa Blanca no invitó a un solo representante del colectivo musulmán antiislamista Coalición para el Liderazgo Islámico, cuyos estatutos proclaman el objetivo de «defender la Constitución, respetar el pluralismo religioso, proteger la seguridad estadounidense y cultivar la diversidad en el islam».

Estos dos trucos en dos jornadas hacen dudar de la moralidad y la cordura del gabinete de Barack Obama. Por separado, estas payasadas merecen condena; juntas, simbolizan el rumbo de una Administración fracasada en estado de pánico a causa de su popularidad en mínimos y que intenta reanimar su fortuna como sea. Más concretamente, los dos incidentes señalan la quiebra de las políticas de la Administración en Oriente Medio y el mundo islámico. La arrogancia de 2009 sigue vigente, templada ahora por el fracaso estrepitoso y la desesperación.


La Razón - Opinión

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