jueves, 18 de agosto de 2011

Catolicismo español. Por José María Marco

A veces damos por natural que el Papa nos visite a los españoles con la frecuencia con la que lo hace. Damos por supuesto que eso se debe a la contribución católica a la identidad española, algo que subrayó el cardenal Rouco Varela en la inauguración de la JMJ. Esa contribución sigue viva, a pesar de que las luchas ideológicas de los dos últimos siglos, así como las cifras de secularización, se correspondan a las de los demás países europeos, con mayor dramatismo en el caso español.
También tiene algo que ver lo que los españoles, a lo largo de nuestra historia, hemos aportado al catolicismo. Hubo un tiempo en el que el concepto y el término de Occidente se identificaban con la Cristiandad. No hace falta recordar el papel que durante diez siglos tuvo España en la lucha terrible entre dos religiones y dos culturas relacionadas en más de un punto. Esta historia es demasiado lejana y en cierto modo poco edificante, pero nos ayuda a entender que los españoles somos occidentales por vocación y por voluntad, no por un fatalismo de la geografía.


De ahí que el genio español llevara lo cristiano a territorios nuevos, en el arte (por ejemplo, la imaginería, bien representada en la JMJ), en la literatura, pero también en la reflexión política (el Derecho Internacional, o la rebelión ante lo que parecía el irrefutable realismo maquiavélico) y en la vida social (por ejemplo, en la importancia que siempre ha tenido la ley natural en nuestra cultura). España está en la base de la refundación de la Iglesia católica en los siglos XV y XVI, eso que tan absurdamente y durante tanto tiempo se llamó la «Contrarreforma». El catolicismo romano fue, y en parte sigue siendo, una obra española. Y América es occidental, y en buena parte cristiana, por la voluntad y el trabajo de los españoles, que no concibieron la colonización del Nuevo Mundo sin su hispanización y su cristianización.

Esto no quiere decir que el Papa venga a darnos las gracias, aunque algunos antepasados nuestros del siglo XVI, conscientes de lo que significa ser español, habrían dado por supuesto que así debería ser. El Papa viene a España porque nuestra contribución al catolicismo ha hecho de nuestro país una nación estratégica para la Iglesia católica. Lo que pasa aquí tiene repercusiones inmediatas y de largo alcance, que a veces los españoles no sabemos ver: en América, muy fundamentalmente, pero también en otros países, entre ellos los europeos. El debate sobre el laicismo anticlerical de estos últimos años se ha seguido con gran interés fuera, y como eso, otras muchas polémicas que han sacudido en estos años la sociedad española. En contra de lo que pensaron sus promotores, el catolicismo parece estar saliendo reforzado, y con él algunos postulados morales de fondo sobre la vida y la religión en la sociedad. Lo que estamos haciendo estos días los españoles, católicos o no, tendrá consecuencias en todo el planeta. Consecuencias, por cierto, inmensamente positivas.


La Razón - Opinión

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