lunes, 8 de agosto de 2011

Bildu se desentiende

ETA calla mientras la coalición se abstiene de exigir su fin y reconocer el mal causado.

Presos de ETA creen saber que la decisión de abandonar definitivamente la violencia ya está tomada, según se desprende de conversaciones interceptadas por la policía que hoy publica EL PAÍS. Pero la dirección de la banda se resiste a dar ese paso, tal vez porque desde la euforia del 22-M, que ETA celebró como éxito propio, Bildu se niega a asumir cualquier responsabilidad en el fin de la violencia. Incluso parece contar con ella como amenaza latente para sacar ventaja política en una eventual negociación, que vuelve a situar como programa de un frente soberanista, al que invita a sumarse al PNV.

Los portavoces de Bildu se hartaron de manifestar, antes de su legalización, que la apuesta de la izquierda abertzale por las vías pacíficas era irreversible, y su convencimiento de que también lo era el alto el fuego de ETA. Sin embargo, siguen sin hacer lo que se deduce de esas afirmaciones: exigir a ETA su disolución, como le emplazan a hacer los demás partidos; y expresar su reconocimiento de las víctimas y del dolor causado. Hay en esto un retroceso porque electos procedentes de EA, que nunca había tenido dudas al respecto, dicen ahora que es prematuro participar en actos de recuerdo a las víctimas. Y el diputado general de Gipuzkoa, Martin Garitano, convertido en principal referencia institucional de la izquierda abertzale, dice que aún no es tiempo de "reflexionar sobre el dolor causado".


Es un retroceso, porque hace cinco años, en una entrevista, Arnaldo Otegi reconoció que uno de los mayores errores cometidos por su partido había sido "dar a entender que el sufrimiento de los otros nos daba igual, y que el fin lo justificaba todo". El argumento de Bildu para no dar los pasos que se le reclaman es el "inmovilismo" de la otra parte. Pero es una falacia sostener que para que cese la violencia deben moverse de sus posiciones tanto los que la han apoyado durante más de 30 años como quienes la han padecido. Bildu tantea la resistencia del Gobierno condicionando cualquier nuevo paso hacia el fin de ETA a la adopción de medidas favorables para sus presos. Aralar ya ha respondido recordando que ese fin debe ser "unilateral" y "sin ningún condicionamiento".

Pero algunas respuestas a las provocaciones de Bildu están siendo confusas. No tiene sentido decir que reclamar la derogación de la doctrina Parot (como defienden bastantes juristas) es una prueba para pedir ya su ilegalización. No a todo lo que haga o diga esa coalición puede responderse con la petición de prohibición, con el efecto de permitirles esquivar la crítica política y el rechazo moral a sus comportamientos fanáticos, sectarios o antidemocráticos, pero no necesariamente ilegales. Es inaceptable, por ejemplo, que consideren un derecho de los presos etarras su acercamiento a Euskadi y, a la vez, que no ha llegado el momento de reconocer el dolor causado por esos presos y justificado por ellos, y del que ahora se desentienden.

Su última iniciativa ha sido emplazar al PNV (y a Aralar) a conformar una candidatura unitaria tanto en Euskadi como en Navarra en torno a su programa soberanista de siempre: negociación política que culmine con el reconocimiento de la autodeterminación. Planteamiento que es incompatible con la existencia de atentados, pero que, a juzgar por sus últimos movimientos, Bildu cree compatible con una presencia silenciosa e intimidatoria de la banda.

El objetivo obvio es poner a prueba al PNV, internamente dividido respecto al alcance del soberanismo que había vuelto a invocar como respuesta al crecimiento de Bildu. La oferta puede tener eco en las bases de su partido, especialmente en Gipuzkoa; pero Iñigo Urkullu ya debe saber que entrar en ella supondría reforzar una política que solo puede liderar la izquierda abertzale. Y que hacerlo favorecería el objetivo más inmediato de esa corriente: arrebatar al PNV su hegemonía en el nacionalismo.


El País - Editorial

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