jueves, 18 de agosto de 2011

Aldeanismo. Por Martín Prieto

En su lecho de muerte Pío Baroja admitió que se iba sin entender para qué servían dos cosas: las diputaciones provinciales y las mujeres. Descontando la sardónica misoginia de don Pío, al menos en lo de las diputaciones no le faltaba razón. Italia es un país sentimentalmente siervo de la gleba, tanto como nosotros, y los tremendos recortes municipales y provinciales de Berlusconi darán lugar a un resurgimiento del neorrealismo. Lo de menoscabo de corte y alabanza de aldea es esencialmente latino y mediterráneo, y aunque España sea urbana, el ruralismo lo llevamos en la masa de la sangre y el nombre del pueblo está incorporado al apellido. La reforma territorial de 1833 está envejecida aunque viviéramos en la opulencia, y suprimir las diputaciones es lo más fácil, y lo más complicado por la falta de grandeza de los operadores políticos. El candidato Rubalcaba descubre su obsolescencia porque se ha quedado sin ellas; Convergencia i Unió lo que pretende es sustituirlas por sus vaguerías, desvistiendo a un santo para vestir a otro: Bildu resistirá hasta la muerte la diputación general de Guipúzcoa; y el PP ni que sí ni que no, porque casi todas las diputaciones son una gaviota sobre fondo azul. Así las cosas, pretender agrupar municipios en comarcas es tarea de romanos y de antidisturbios. Creemos que se pueden suprimir pedanías cuando aún lucha La Moraleja por independizarse de Alcobendas. La Aldea Global aún es muy aldeana, y el poder hay que subdividirlo para dar satisfacción y empleo a los profesionales de la nada.

La Razón - Opinión

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