viernes, 1 de julio de 2011

Una maldición añadida. Por Hermann Tertsch

La Capitalidad Cultural va a San Sebastián porque nutre la mentira de la paz, la más completa del zapaterismo.

COMPRENDO la alegría de los donostiarras por la elección de San Sebastián como Capital Cultural Europea. Y es lógico que la totalidad de los líderes políticos vascos se feliciten por ello. Los vascos en general, voten a quien voten, tienen derecho a alegrarse por ello. Y sin duda lo hacen. Aunque detesten a los etarras de Bildu y muchos teman que estos se beneficien —que lo harán— de esta designación. Es cierto que los donostiarras no pueden ser castigados por el hecho de que un tercio de ellos haya votado al nacionalsocialismo. Bastante tienen con ser gobernados por una franquicia de ETA, tan dócil que no tenía opinión sobre la capitalidad porque no le había dado tiempo a recabarla de los jefes. La responsabilidad de que una organización terrorista dirija los destinos de esa maravillosa ciudad española no la tiene una población cada día más cautiva otra vez. La tiene exclusivamente el Gobierno de Zapatero, que los únicos acuerdos que cumple, y muy escrupulosamente, son los que tiene con ETA a espaldas de los españoles Y seis miembros del Tribunal Constitucional que se prestaron a ello y a los que jamás podremos volver a respetar. Pero es muy justificada la indignación de los alcaldes y ciudadanos de las otras ciudades candidatas. Y de millones de españoles que saben que se vuelve a tomar una decisión por un criterio que repugna. A San Sebastián se le ha dado el premio por razones políticas. Por las peores. Las mentiras del Gobierno negándolo sólo producen ya tedio. Como además hay miembros del mismo entre los agraviados, no hay ni disciplina para engañarnos. La Capitalidad Cultural va a San Sebastián porque nutre la mentira de la paz, la más completa de todas las construidas por el zapaterismo en dos legislaturas. A los miembros extranjeros del jurado se les ha presentado esa idea bondadosa de hacer de la capitalidad un acto más del proceso de paz. ¿Quién se puede negar a propuesta tan beatífica? El austriaco Gauhofer y sus colegas habrían quedado como villanos de haber sugerido dejar al margen la política y, por tanto, «la paz».

Ahí están ahora Bildu y ETA para convertir San Sebastián en plataforma internacional de lanzamiento de su proyecto independentista totalitario. Y disfrazarlo de convivencia con el aval del Gobierno de España. Ya tienen el mejor altavoz imaginable para sus mentirosas construcciones históricas. Que presentarán una ciudad feliz que no existe surgida de una patria vasca inventada. Negarán el carácter español de la ciudad, su historia y su cultura. El asedio nacionalista es allí constante desde hace décadas. Con su cultura rural, tan propia del caserío del entorno como ajena a esta urbe otrora cosmopolita. Veinte años de cursilería de idilio vasquista de Odón Elorza han ido en este sentido. Llegará el golpe de gracia con el rodillo etarra.

¿Puede ser capital cultural de la Europa libre una ciudad gobernada por una fuerza totalitaria? ¿Cultura y libertad bajo el hacha y la serpiente? Probablemente la ciudad donde más miedo hay hoy en Europa. En un ambiente de mentira y falta de libertad. En unas calles en las que muchos, también quienes tenemos hondas raíces familiares allí, difícilmente nos podremos mover sin escolta. La decisión es equivocada. Y que sólo la explica la angustia del Gobierno por fortalecer su hoja de ruta acordada con ETA. Habría sido inaceptable castigar a San Sebastián por consideraciones políticas. Más aun lo es castigar a las demás ciudades, que no tuvieron a asesinos que mataron a cien españoles en sus calles y que exigen privilegios para no volver a hacerlo. Este Gobierno convierte así en insoportable el agravio comparativo. Abre heridas viejas y crea otras nuevas. Una maldición añadida.


ABC - Opinión

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