martes, 19 de julio de 2011

Castilla La Mancha. Un Potosí de facturas impagadas. Por Guillermo Dupuy

En Castilla La Mancha pasa algo parecido, solo que aquí lo que se está "desenterrando" son tantas facturas sin pagar que si se juntaran podrían cubrir la cara de Barreda, que, créanme, es muchísima cara.

Dicen que los españoles sacamos tanta plata de las minas de Potosí como para hacer con ella un puente que llegara desde el cerro boliviano hasta el Palacio Real de Madrid. En Castilla La Mancha pasa algo parecido, solo que aquí lo que se está desenterrando son tantas facturas sin pagar que si se juntaran podrían cubrir la cara de Barreda, que, créanme, es muchísima cara: Si la semana pasada Cospedal denunciaba la existencia de 1.700 millones de euros en facturas sin pagar, frente a los 700 millones declarados por Barreda en el momento de hacer el traspaso de poderes, este lunes la Junta ha elevado el pufo en casi mil millones de euros más.

El ex presidente socialista tuvo hace unos días la desfachatez de "explicar" los primeros 1000 millones de diferencia al hecho de que "probablemente las facturas se hayan acumulado" en estos dos meses y medio debido a "la preocupación y la zozobra de los proveedores y de los centros de gestión". Ahora no se qué nueva excusa dará Barreda para explicar los otros mil millones de diferencia. Lo que sé es que el ex presidente socialista no tuvo ni "preocupación" ni "zozobra" alguna en disponer, por ejemplo, de una flota de 22 coches oficiales cuyo coste roza el millón de euros, uno de los cuales costó por sí solo los casi 400.000 y que apenas utilizó.

Ignoro si los déficits escondidos bajo las alfombras pueden ser constitutivos de delito, pero deberían serlo. Es más. Aunque no fueran ocultos, considero que debería una ley que fijara un límite al déficit y endeudamiento públicos a todos los niveles de la administración. Si vivir por encima de nuestras posibilidades es siempre una receta segura para la ruina, que nos puede además conducir a la cárcel, en el caso de las administraciones públicas constituye además una adulteración de la democracia. En la medida en la que los gobiernos gastan más de lo que ingresan, los gobiernos no sólo llevan a cabo una funesta política económica, sino que comprometen el poder fiscal de legislaturas venideras sobre la que no deberían tener jurisdicción alguna. La democracia se caracteriza por los límites a los gobiernos transitorios, que precisamente lo son porque tienen límites temporales a su acción de gobierno. Esta acción de gobierno se enjuicia periódicamente por parte de los ciudadanos, pero parte esencial de ese enjuiciamiento queda distorsionado precisamente por la posibilidad de endosar hacia el futuro la factura de lo que hacen en el presente. Si esto ya es grave cuando los futuros gobiernos tienen que hacer frente a las facturas que sus manirrotos antecesores han dejado encima de la mesa, peor aun resulta cuando se las encuentran debajo de las alfombras.


Libertad Digital - Opinión

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