viernes, 1 de julio de 2011

Un homenaje ilegal e inmoral

Otegi no es ningún hombre de paz y jamás lo ha sido. No ha condenado el terrorismo y sus vínculos –cuando no pertenencia directa– con la banda terrorista ETA están más que verificados.

El acto que tendrá lugar en el Ateneo de Madrid el próximo martes y en el que el se jaleará al etarra Arnaldo Otegi sólo puede ser tachado de infamia. Que en pleno centro de Madrid, ciudad castigada en numerosas ocasiones por la barbarie terrorista, se celebre un acto de estas características no sólo es de pésimo gusto sino que, además, debería ser ilegal.

Ilegal porque todo lo que puede salir de ese acto de apoyo es apología del terrorismo y enaltecimiento de quienes lo practican. Entre éstos figuró en su momento el propio Otegi, terrorista en activo de la banda durante más de una década. Otegi estuvo en la cárcel tras ser condenado por el secuestro del empresario Luis Abaitua. Antes de eso participó en el atentado contra una gasolinera, en múltiples robos de vehículos a mano armada, en el asalto al Gobierno Militar de San Sebastián y en la liberación de un miembro de la ETA internado en un hospital.


No contento con eso, cumplida sólo la mitad de la pena por el secuestro de Abaitua, Otegi comenzó una fulgurante carrera en Herri Batasuna, entonces brazo político de la ETA, que posteriormente sería ilegalizado al probarse sus vínculos con la banda. Desde entonces ha sido denunciado, juzgado y condenado en diversas ocasiones por apología del terrorismo, por enaltecimiento del mismo, por inducir a la violencia y por injurias a la Corona. De resultas de todas estas causas ha ingresado tres veces en prisión, la última hace sólo dos años.

Este es el macabro personaje al que se homenajeará en el Ateneo de Madrid la próxima semana. Antes de que se consume la infamia, la Fiscalía General del Estado debería intervenir de oficio, así como la Audiencia Nacional ante la comisión flagrante de un delito anunciado con anticipación y a la vista de todos. Al terrorismo no se le debe pasar ni una. No podemos consentir que, delante de nuestras narices, se lleve a cabo un acto semejante que, aparte de su intrínseca ilegalidad, es un insulto a la memoria de las víctimas del terrorismo y al propio Estado de Derecho.

Otegi, en definitiva, no es ningún hombre de paz y jamás lo ha sido. No ha condenado el terrorismo y sus vínculos –cuando no pertenencia directa– con la banda terrorista ETA están más que verificados. Si, a pesar de todo, se termina llevando a cabo, cada palo deberá aguantar su propia vela y asumir las responsabilidades pertinentes.


Libertad Digital - Editorial

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