martes, 5 de julio de 2011

Una ilusión compartida. Tul ilusión para la izquierda. Por Cristina Losada

Creyeron, ilusos, en el todo-es-gratis del presidente, le prestaron su nada-es-gratis respaldo y a la vista del engaño no le piden ni se piden cuentas. Y mira que el tono de su cuartilla propiciaba la confesión y el remordimiento.

De ilusión también se vive fue el título que le endosaron en España a una bonita película navideña del año 1947, en la que un Santa Claus, contratado por unos grandes almacenes, era Santa Claus realmente y con la que Natalie Wood logró, como actriz infantil, su salto a la fama. Una ilusión compartida, en cambio, es el nuevo título de la cargante película que hemos tenido que visionar, sin apenas intermedios para salir al bar a reponerse, durante las dos legislaturas de Zapatero y parte de la del malvado Aznar. Por supuesto, Zapatero es Santa Claus, o lo era hasta que dejó de hacer regalos a siniestra, ¡nunca a diestra!, y se puso a regalarle el oído a los mercados; y Pilar Bardem, lo siento, no es Natalie Wood, sino una de las firmantes del manifiesto de los desilusionados que quieren "crear una ilusión ante lo que se nos avecina". No, no es el título de la serie televisiva: son los términos que empleó la veterana actriz para definir las coordenadas de una reconstrucción de la izquierda.

Las celebridades que combinan con arte envidiable el fulgor del candelabro y el glamour del compromiso, necesitaban una nueva dirección a la que remitir sus fantasías políticas. La precisaban con urgencia después de que Zapatero, tras la enésima llamada, le entreabriera la puerta al cartero de la crisis. Uy, qué desencanto. Nada pudo el bueno de Papa Noel contra los poderes financieros y un sistema avaricioso, soberbio y egoísta, de ahí que aparte del lamento, no asome en esa hojilla lacrimógena y confusa un atisbo de introspección crítica. Creyeron, ilusos, en el todo-es-gratis del presidente, le prestaron su nada-es-gratis respaldo y a la vista del engaño no le piden ni se piden cuentas. Y mira que el tono de su cuartilla propiciaba la confesión y el remordimiento, compuesta como está de ingredientes de homilías mal oídas en la iglesia y de clichés mal leídos de la vulgata marxista. Unas fuentes similares, en fin, a aquellas de las que beben los niños de sus ojos, los "indignados" indignantes, que son esa gran promesa de jaleo en la calle para recibir, cuando toque, a los verdaderos agentes del neoliberalismo.

Me parece bien que la vieja guardia farandulera del presidente quiera reconstruir la izquierda y espero con ilusión las aportaciones de intelectuales como Almodóvar, Ríos, Rivas, Coixet, Grandes, Millás, Sabina y el clásico Ramonet. Una reconstrucción con los materiales que la han hecho naufragar, siempre merece aliento.


Libertad Digital - Opinión

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