jueves, 14 de julio de 2011

Artisteo. Teddy, Joan Baez y otros idealistas. Por Cristina Losada

La influencia y la osadía políticas de clanes como el de la Ceja son impensables sin el mito de su idealismo contrapuesto al del corriente afán de lucro. El mito alcanzó su apogeo con los cantautores que pergeñaron los himnos revolucionarios de los sesenta.

El ocaso de Teddy Bautista ha coincidido, casual, con el crepúsculo del canon digital, pero hay otros cánones imbricados en el sórdido affaire de la SGAE. Quiere el tópico cultivado por ciertos cantantes, ornados con la leyenda "progresista", que lo suyo no es hacer dinero, que enriquecerse es vulgaridad de plutócratas y mercaderes. Y no, sus aspiraciones son mucho más elevadas. Como revela, por ejemplo, la trama descubierta en los entresijos de la Sociedad. Pero al "artista comprometido" le enfada sobremanera el recordatorio de que es tan aurívoro como ese tiburón de Wall Street del que se siente a una infinita distancia moral. Así, el cabreo de John Lennon durante uno de sus bed-in, cuando Al Capp le dice que escribe canciones –y monta numeritos– por la misma razón por la que él dibuja comics, esto es, por dinero. Vale, quien más se irrita es Yoko.

Ha habido aquí una simbiosis entre el sector abajofirmante del artisteo y el socialismo gobernante, en la que es difícil decidir quién parasita a quién. Ambos han obtenido beneficios de su asociación y algunos, como Fermín Cabal, sospechan que el partido se aprovechó de fondos de la SGAE. Pero eso está por ver, mientras que el capital político de la "alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura" ha estado a la vista. Y qué es el dinero, más el del contribuyente, cuando se trata de mantener la vieja y rentable ecuación de que Izquierda es igual a Cultura y viceversa. Los ministros reniegan hoy de los lazos con la Sociedad que acaudillaba Bautista y le cargan el muerto a la Comunidad de Madrid y a la que se tercie. ¡Qué desleales, qué judas!

La influencia y la osadía políticas de clanes como el de la Ceja son impensables sin el mito de su idealismo contrapuesto al del corriente afán de lucro. El mito alcanzó su apogeo con los cantautores que pergeñaron los himnos revolucionarios de los sesenta. Al respecto, cuenta un testigo la entrevista entre Joan Baez y el anciano Bertrand Russell, que esperaba sacar de la acaudalada cantante algún dinero para su Fundación. Pero la estrella llegó en su limusina, le soltó una cháchara sobre gurúes y meditación al último exponente vivo del racionalismo y, fiel a su "no nos moverán", se fue sin aflojar un dólar. Ay, el idealismo. Al menos, Teddy no fue una figura de la canción protesta. Igual se lanza ahora, que hay motivo.


Libertad Digital - Opinión

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