martes, 12 de julio de 2011

Susto y sosiego. Por Alfonso Ussía

¡Vaya susto! No he sabido leer bien. He malinterpretado la noticia y durante unos minutos el cerebro se me ha vaciado. Eso, que hojeaba el periódico y he creído leer que Alfredo Pérez de Rubalcaba es el encargado de regenerar y ofrecer esperanzas al PSOE. ¿Cómo es posible?, me he preguntado sin hallar mi propia respuesta. Pero después del susto, y gracias a una atención en la lectura más concentrada, el sosiego me ha iluminado y ha dado paso a la alegría. No se trata de Alfredo Pérez Rubalcaba, sino de Alfredo Rubalcaba, sin el Pérez, que tiene que ser un primo o un pariente cercano. No me cabía en la cabeza que Pérez Rubalcaba, que ha sido el ministro de confianza de Zapatero y su vicepresidente, fuera el conejo de la chistera socialista. Pérez Rubalcaba llegó al Gobierno de Zapatero con un 8,3 por ciento de parados, y abandona el mismo Gobierno con el 21,9 por ciento de españoles sin empleo. No puede ser, por lo tanto, el que prometa arreglo alguno por haber sido uno de los principales desarregladores. Otra cosa es Alfredo Rubalcaba, su primo, que nada ha tenido que ver con la gobernación de España y ha surgido de improviso para empujar nuestro contento.

Rubalcaba es montañés, pero por la cercanía, hay ramas vascas del apellido. En Cantabria no conocen al primo. Me dicen que por la zona norte de Palencia, entre Nogales, Alar del Rey y Mave vivieron años atrás unos Rubalcaba. Y para completar la investigación, no puedo pasar por alto un dato fundamental. En Quintanilla de Escalada, Burgos arriba, localidad atravesada por el padre Ebro a punto de recibir las aguas del Rudrón, se empadronó en 1962 doña María del Dulce Nombre Ruiz Mañueco, viuda de Rubalcaba. Encaja perfectamente la cronología con la posibilidad. Este Rubalcaba que va a regenerar el socialismo en España puede ser perfectamente el hijo de doña María del Dulce Nombre, pero no me atrevo a asegurarlo porque en los periódicos y programas informativos de las radios y las televisiones no han aportado el segundo apellido del candidato socialista. Si se llama Alfredo Rubalcaba Ruiz Mañueco, es nuestro hombre.

Porque Pérez Rubalcaba no podía ser. Hasta aquí las bromas de mal gusto. El íntimo y más influyente colaborador de Zapatero no está capacitado moral y éticamente para decir que el Gobierno de Zapatero ha sido una gamberrada, y que de esa gamberrada él no ha tenido nada que ver. De ahí el susto inicial. El PSOE es un partido con decenas de miles de militantes, y por ende, con cantera para el futuro. Entre tantísimos, tiene que haber uno, al menos uno, lo suficientemente preparado para suceder a Zapatero sin sentir el agobio de la hipoteca de haber sido el fundamental colaborador de Zapatero. Es decir, un socialista que pueda pedir perdón por lo mal que lo han hecho los socialistas y prometer eficacia, honestidad y trabajo en el futuro. Si Alfredo Rubalcaba es ese joven sin pasados ni hipotecas, bienvenido sea, porque una sociedad democrática necesita la fuerza, en el poder o la oposición, de una izquierda europeísta y moderada. Alfredo Rubalcaba puede ser ese hombre portador de horizontes nuevos. Pero no Alfredo Pérez Rubalcaba, que es un político acabado, acosado por sus ayeres y responsable de que España haya caminado en los últimos ocho años rumbo a la quiebra y el abismo. Como broma de mal gusto, pase. Pero nada más. Ahora, que nos enseñen la foto de Alfredo Rubalcaba, y a ver qué tal.


La Razón - Opinión

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