domingo, 10 de julio de 2011

R. cifra su suerte en el voto antisistema

Rubalcaba sólo confía en el voto de la izquierda radical, consciente de la tremenda derrota electoral que le espera a su partido, del que los votantes más moderados huyen como de la peste con toda lógica y cuya confianza ya da por completamente perdida.

El legado político de Alfredo Pérez Rubalcaba en esta última etapa en el Gobierno de España no difiere en demasía del que dejó tras su paso por los distintos Ejecutivos de Felipe González Márquez. Rubalcaba ha sido siempre un elemento dañino para España, por más que una cierta leyenda de gestor eficaz y político brillante, fabricada por la izquierda y asumida por la derecha, le acompañe como aval para haberse convertido en el candidato otoñal de un partido sumido en el más profundo de los descréditos.

La reforma educativa que acabó con los más mínimos estándares de calidad en la enseñanza pública española, el intento de desactivar por todos los medios el escándalo monumental del terrorismo de Estado del felipismo (por el que un ministro del Interior y su secretario de seguridad fueron a prisión) y más recientemente la política de concesiones al terrorismo etarra con el chivatazo del bar Faisán, como el epítome de la vesania política, son los principales "pasivos" del personaje con que el PSOE pretende ilusionar a sus todavía votantes para ganar las próximas elecciones generales.


El discurso con el que ha inaugurado su candidatura al frente del PSOE agrava aún más la sensación de que Rubalcaba está dispuesto a acabar con los restos de un país ya desvencijado a poco que los electores se lo permitan. El candidato R. se ha revelado como un político incapaz de realizar la menor autocrítica, de ahí su insistencia, por ejemplo, en mantener el actual sistema educativo, culpable de un desastre generacional sin precedentes del que él fue directísimo responsable o un sistema sanitario público de cuya ruina insondable se muestra extraordinariamente orgulloso.

No contento con defender la situación actual de las dos instituciones que exigen a gritos una reforma en profundidad, Rubalcaba ha convertido el resto de su discurso en una rendición genuflexa hacia los grupúsculos radicales del llamado movimiento 15-M, cuyas propuestas más estrafalarias ha hecho propias, corrigiéndolas para aumentarlas.

A ningún político serio del Occidente civilizado se le ocurriría amenazar a las entidades financieras con expropiarles parte de sus beneficios legítimos para que el Estado los dedique a "crear empleo", acaso con la muy socialista fórmula de su reparto a sindicatos y patronal para acciones formativas con el resultado por todos conocido. A R. sí, señal de que es consciente de la tremenda derrota electoral que le espera a su partido, del que los votantes más moderados huyen como de la peste con toda lógica y cuya confianza ya da por completamente perdida.

Esa es la única clave que parece explicar este giro a la izquierda, alabado por los medios afines al Gobierno, que rápidamente han alzado en hombros a Rubalcaba para darle el paseíllo triunfal hasta que hablen las urnas. Unos y otro han fiado su suerte futura en la respuesta del izquierdismo más radical. Sólo cabe esperar que la sociedad española les devuelva electoralmente el premio que todos ellos merecen.


Libertad Digital - Editorial

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