miércoles, 20 de julio de 2011

Mariano Rajoy vive con un elefante y hace como si no lo viera. Por Antonio Casado

Don Mariano Rajoy es una persona honorable que hace cosas poco honorables por culpa de Francisco Camps. Consecuencias de haber ido demasiado lejos en su arropamiento al presidente de la Comunidad Valenciana. No es honorable que una persona decente como el líder del PP tenga que escapar por las puertas traseras o prohibir las preguntas de los periodistas en un acto público.

Tampoco es políticamente correcto sellar la boca de otros dirigentes principales, como Dolores de Cospedal, número dos del partido, y Soraya Saénz de Santamaría, portavoz parlamentaria. Ambas suspendieron sus habituales ruedas de prensa semanales. No es justo ni coherente en quienes se pasan el día, legítimamente, calificando de insuficientes las explicaciones del adversario cuando la sombra de la corrupción o las malas prácticas planean sobre el adversario político.

Y todo por esquivar un pronunciamiento sobre el horizonte judicial de Camps, que está pendiente de un juicio por el delito de cohecho impropio (aceptar regalos pagados por una trama de corrupción en razón del cargo que ocupaba y ocupa).


No tenía ninguna necesidad el señor Rajoy de meter al elefante en casa (“Siempre estaré contigo, al lado, delante o detrás, apoyándote”) y luego hacer como si no lo viera. El elefante, de movimientos lentos, pesados, torpes, viene a ser el paso por el banquillo de Camps en vísperas de las elecciones generales. O en plena campaña, si al finalmente cuadran las fechas con el supuesto adelanto electoral al otoño.
«Camps le estaría devolviendo los favores a Mariano Rajoy, el líder del PP, que ha arriesgado por él mucho más allá de lo que era razonable.»
También pudiera ser que Camps aceptase la llamada sentencia de conformidad, como se está especulando en estas últimas horas (confesión unilateral de culpabilidad a cambio de evitar el banquillo). Eso supondría seguir en el cargo pero asumiendo que ha mentido descaradamente a los valencianos: “Claro que yo me pago mis trajes”. Y al propio Mariano Rajoy: “Me ha dicho que no tiene nada que ocultar y yo no tengo por qué no creerle”, dijo siempre el líder del PP.

Otra opción es la espantada o el paso atrás. La renuncia a la presidencia de la Comunidad le dejaría en mayor libertad para defenderse, en caso de que se siga considerando inocente, como lo considera Esteban González Pons, paisano y amigo. La dimisión le quitaría un peso a su partido. Y además Camps le estaría devolviendo los favores a Mariano Rajoy, el líder del PP, que ha arriesgado por él mucho más allá de lo que era razonable.

Aunque no parece que este último rastro de generosidad haya pasado o vaya a pasar por la cabeza de Francisco Camps, convencido de que las urnas, como el fuego de las fallas, lo depuran todo, a pesar de haber perdido 70.000 votos respecto a las anteriores elecciones autonómicas.

El presidente valenciano reaparece hoy en público, en Castellón, después de estar cinco días encerrado, y sufriendo, según la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá. Pero me temo que seguiremos en ayunas si acaso contábamos con su reacción al demoledor auto del juez Flors.


El Confidencial - Opinión

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