lunes, 11 de julio de 2011

La escalera de incendios. Por Ignacio Camacho

Rubalcaba no es una esperanza de renovación sino una escalera para escapar del edificio en llamas del zapaterismo.

HAY algo que no se les puede negar a los socialistas, y es lealtad a las siglas y moral de combate. Con unas encuestas como las que tiene en contra Rubalcaba y una derrota tan dolorosa y reciente a cuestas, en el PP se habría producido una grave crisis de liderazgo y de confianza, y en sus reuniones de partido brillarían los puñales y las navajas cachicuernas. Brotarían candidatos de diverso pelaje respaldados por banderismos mediáticos y en el propio electorado hubiese cundido una mezcla de cainismo y desánimo. El PSOE, en cambio, herido de gravedad en términos objetivos y sumido en una depresión moral severa, ha sido capaz de cerrar filas y aglutinarse alrededor de un candidato de emergencia rescatado de su memoria histórica, una elección que en otras circunstancias hubiera constituido una invitación al harakiri colectivo. La socialdemocracia ha apretado los dientes y tocado a rebato con unidad digna de elogio, pasando por encima incluso de sus propias reglas internas —las primarias— y aplastando con rigurosa disciplina cualquier intento individual de regeneracionismo. Hasta Zapatero se ha dejado basurear sin objeciones y parece dispuesto a entregar el mando a distancia del Gobierno a un heredero que ha zarandeado su política para escapar del naufragio.

Y todo ello sin apenas expectativas razonables de conservar el poder, sin otra meta que la de alcanzar una derrota honrosa, la de evitar una catástrofe que deje a la izquierda para los leones, triturada a merced de una refundación histórica. Sólo para salvar los muebles. El reagrupamiento socialista en torno a un superviviente del felipismo constituye un retroceso objetivo de una década que devuelve al PSOE a la etapa prezapaterista y convoca el fantasma de Almunia, presentado en su momento con el mismo halo pragmático y sensato del que ahora pretende rodearse Rubalcaba. Se trata de un movimiento autodefensivo motivado por el instinto de supervivencia, pero revela la incapacidad del partido para fabricar un liderazgo contemporáneo. Detrás de Zapatero no había nada, o lo es que resulta aún peor, no había más que un tardozapaterismo aún más bisoño y menos fiable. Colocada ante la necesidad imperativa de sobrevivir a unas circunstancias de adversidad extrema, la izquierda española ha rebuscado en las cenizas de un período de esplendor caducado. Lo ha hecho con unidad y orden, sin espectáculos fraccionarios, pero emitiendo a la sociedad un mensaje de agotamiento ideológico y esclerosis generacional.

Rubalcaba no representa una esperanza de renovación ni una baza de futuro, sino una opción de rescate. Una escalera de seguridad por la que escapar del edificio en llamas del zapaterismo, a punto de desplomarse sobre sus propios escombros. La fe con que los socialistas se agarran como mal menor a su experiencia demuestra hasta qué punto ha fracasado la democracia bonita.


ABC - Opinión

0 comentarios: