viernes, 8 de julio de 2011

PSOE. El proyecto Alfredo. Por Cristina Losada

Tras la fase infantil izquierdista que protagonizó Zapatero, la etapa senil necesita sus propias señas de identidad.

El sanedrín socialista se apresta a proclamar al candidato Alfredo en la persona del vicepresidente y ministro Pérez Rubalcaba. La cuestión que ocupa a los pitonisos es si tal simbiosis está destinada a perdurar o si, por el contrario, se procederá a la inmediata separación de los siameses. Los partidos son muy suyos y se jactan de manejar los tiempos, lo cual sólo indica hasta qué punto el tiempo los maneja a ellos. ¿Será mejor ahora, será después? Puestos en ese filo, no hace falta la bola de cristal para concluir que cuanto antes se distancie el nuevo Alfredo del viejo Rubalcaba, más se alejará de Zapatero, quien ha pasado de gran seductor a gran contaminante. Dicho de otro modo, el desempeño de Alfredo en las generales exige que mate al padre, aunque resulta que es el hijo y está muerto. El relevo generacional en el PSOE se da a la inversa y como inversión del relato freudiano. En consecuencia, se perfila una gerontocracia tras el feliz reinado de los ya no tan jóvenes mindundis.

De cuál ha de ser la viagra ideológica que preparen los veteranos para la próxima salida al mercado electoral, vamos teniendo noticia. Es ése mercado, no el pérfido mercado, el que guiará sus pasos. Alfredo se ha estrenado así como crítico y adversario de la banca y los banqueros, en clara señal de oposición al Gobierno de Zapatero y Rubalcaba. Todo son conjunciones copulativas, pero en realidad son disyuntivas. Hay cosas que no se pueden hacer al mismo tiempo durante mucho tiempo. El candidato se ha significado como un futuro perseguidor de los tiburones cuando ahora mismo puede darles caza. Ahí tiene, por no ir más lejos, a directivos socialistas de cajas de ahorro en lastimoso estado. Si cree que su gestión fue irresponsable y sus sueldos, desmesurados, por qué no aplicar retroactividad y confiscárselos. Tiene la ocasión de dar ejemplo con el señor Moltó –"¡míreme a los ojos, señor Rubio!"– y el señor Serra, para empezar a hablar y sin ánimo de ser exhaustiva.

Tras la fase infantil izquierdista que protagonizó Zapatero, la etapa senil necesita sus propias señas de identidad. En la época de González convivieron en el PSOE dos modelos, cuyas fuentes doctrinales eran, grosso modo, Willy Brandt y el caudillismo sudamericano que personificaba Omar Torrijos. Se impuso el segundo y quién nos dice que no volverá.


Libertad Digital - Opinión

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