sábado, 9 de julio de 2011

El Milagro de P Punto (y el incierto futuro del Partido Socialista). Por Federico Quevedo

Cuando ustedes lean estas líneas, si lo hacen antes de que Alfredo Pérez Rubalcaba intervenga en su discurso de aceptación del encargo de cabeza de lista del PSOE a las próximas elecciones generales, les pasará lo mismo que a mí el viernes cuando las escribí: que no tenía ni idea de qué iba a decir el ya proclamado candidato socialista a la Presidencia del Gobierno. Si lo hacen después de su intervención tendrán una ventaja: conocerán su discurso y tendrán elementos de juicio de los que este que suscribe no disponía en el momento de sentarse delante del ordenador. Pero para el caso, da igual. Lo que cada vez es más evidente es que el Partido Socialista se enfrenta a una de sus situaciones más difíciles desde la Transición, seguramente la más difícil de todas porque la perspectiva, pase lo que pase o haya pasado lo que haya pasado el sábado por la mañana, es la de una derrota sin precedentes en las urnas hasta el extremo de que si se cumplen las encuestas podría quedar muy por debajo de los 125 escaños que obtuvo Joaquín Almunia en el año 2000. Algunos dicen que podría incluso bajar de los cien escaños, pero a mi eso me parece excesivo.

Lo cierto, en cualquier caso, es que desde las elecciones de 2008, cada convocatoria electoral supone un varapalo para el PSOE, tanto que las encuestas suelen quedarse cortas en su previsión de resultados. ¿Pasará lo mismo en las generales? Nadie lo sabe, pero lo que sí sabemos es que de aquí a que se celebren, la agenda político-económico-social actúa en contra del PSOE y a favor de ese aire de cambio que se levantó a modo de vendaval el pasado 22 de mayo. Es más, si se cumplen las previsiones y además de las generales el PSOE pierde también las autonómicas andaluzas, se dará la circunstancia de que nunca un partido político, en este caso el PP, ha acumulado tanto poder, y nunca la oposición ha disfrutado de tan poco, tanto a nivel local, como autonómico y nacional. Con todo lo que eso conlleva, no solo en términos de presencia y de influencia, sino también de capacidad de ‘colocación’. De ahí los nervios, de ahí la crispación que se vive en el seno del Partido Socialista y que éste intenta trasladar al debate político.


El PSOE necesita un milagro y como al tratarse de un partido laicista y netamente alejado de cualquier influencia religiosa no pueden encargárselo a santo o divinidad alguna, han optado por poner la consecución del mismo en manos de una sola persona, de un solo hombre: Alfredo P Punto Rubalcaba, quien desde el día de hoy y hasta el momento en que los ciudadanos acudan a las urnas se echa la mochila a la espalda con el reto de conseguir dicho milagro que permita al PSOE no ya ganar - eso parece imposible-, sino al menos salvar los muebles. Un reto que el propio partido sitúa en ese listón de los 125 escaños en las generales - de ahí para arriba será un éxito, y para abajo un rotundo fracaso- y el mantenimiento del poder en Andalucía, aunque sea pactando con Izquierda Unida ya que parece más difícil que en aquella comunidad se reproduzca lo ocurrido en Extremadura si el PP no logra mayoría absoluta. Establecidos los objetivos, ahora viene lo difícil para el candidato P Punto: cómo conseguirlo.
«El PSOE necesita un milagro y como al tratarse de un partido laicista y netamente alejado de cualquier influencia religiosa no pueden encargárselo a santo o divinidad alguna, han optado por poner la consecución del mismo en manos de una sola persona.»
Si algo cabe valorar del personaje es su habilidad y su astucia, claro que no es lo mismo ponerlas en práctica en lo que a él siempre le ha gustado más -la fontanería-, que hacerlo a la vista de todo el mundo. P Punto no es precisamente un hombre inmaculado en su gestión, y tiene fama de enterrador. Ha formado parte, además, de este Gobierno desde el principio, luego difícilmente va a poder resultar creíble la principal estrategia de su campaña electoral: alejarse del zapaterismo y dar ese giro a la izquierda que el PSOE cree que le reclaman sus bases. Venir ahora a contarnos lo malos que son los banqueros después de haberles hecho el caldo gordo durante todos estos años es una broma de muy mal gusto, sobre todo cuando hay gente pasándolo muy mal por culpa de los abusos de poder de las entidades financieras -algún día, si quieren y me dejan, pongo nombres y apellidos a situaciones escandalosas-…

¿Dónde estaba P Punto cuando, en efecto, los bancos y las cajas concedían toda clase de préstamos hipotecarios y personales sin ningún tipo de garantía y con la sola intención de presentar los mejores resultados a las cúpulas para que los incentivos fueran desproporcionados? Porque este mismo partido que ahora va a liderar P Punto y que le pone la proa a los banqueros, es el mismo partido que lleva ocho años gobernando y que, sobre todo, no movió un músculo para cambiar la situación en la primera legislatura cuando algunos técnicos del Banco de España ya advertían de lo que estaba pasando. Como tampoco puede ser creíble el discurso regenerador en boca de quien desde el primer momento solo aceptó el encargo de liderar el PSOE a cambio de que no hubiera primarias o éstas se amañaran, como así se hizo, para que las ganara él. Le queda la opción de cargar contra el PP y de utilizar, como ha hecho otras veces, los resortes del Estado de Derecho para atacar a su rival político, pero se supone que ya no estará al frente de los ministerios que le dan ese poder, y que por lo tanto no dispondrá de los efectivos bajo su mando de los que antes disponía para llevar a cabo su labor de ensañamiento contra la oposición.

Cuando escribo estas líneas lo único que sabemos, por filtraciones del propio equipo de P Punto, es que el acto del sábado va a ser muy novedoso y va a deparar no pocas sorpresas… Puede ser. Los socialistas son unos maestros de la gesticulación, pero la escenografía, por muy impactante que pueda resultar, no esconde la verdadera realidad de este país, y esa realidad es terriblemente dolorosa, y lo va a seguir siendo en los próximos meses. Y P Punto es tan responsable de esa realidad como lo es el presidente Rodríguez Zapatero, porque no solo ha sido su vicepresidente, sino que en el último año prácticamente él ha ejercido, sin que los españoles le hubiéramos votado y elegido para ello, de verdadero presidente del Ejecutivo, dejando a Zapatero a un margen que casi roza la humillación. No es que yo vaya a defender ahora a Zapatero: lo que defiendo es la naturaleza de la democracia, porque fue a Zapatero a quien se eligió para gobernar, no a Rubalcaba. Pero da igual. A estas alturas ya todo es pura pantomima y un intento a la desesperada por evitar la debacle. La esperanza agónica de un milagro. El Milagro de P Punto.


El Confidencial - Opinión

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