viernes, 8 de julio de 2011

El BCE y los periféricos

La subida de tipos de interés desoye la necesidad de crecimiento en Grecia, Portugal o Irlanda.

Después de la tormenta provocada por la insólita decisión de Moody's de rebajar la deuda lusa al nivel de bono basura, el Banco Central Europeo (BCE) cumplió ayer el programa previsto y subió el tipo de interés del dinero en Europa en un cuarto de punto, hasta el 1,5%. Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, criticó (con razón) el papel procíclico de las agencias de calificación, pero ha de saber que el encarecimiento del coste del dinero tampoco es una medida libre de controversia. Subir dicho coste indica que el BCE atiende prioritariamente a la situación de Francia, Alemania y países afines, allí donde el crecimiento podría causar más inflación. La recuperación de los países periféricos (los intervenidos Grecia, Portugal e Irlanda más España e Italia) importa menos.

Los hechos son que una subida de tipos de interés enfría el crecimiento, que la tasa de inflación en la eurozona está por encima del 2% fijado como objetivo (concretamente en el 2,7% en junio) y que la economía mundial (Europa y España con ella) está entrando en un periodo de ralentización. Es la recaída anunciada y tendrá consecuencias dañinas para la riqueza y el empleo en España. Este no parecía el mejor momento para subir los tipos, por más que los mercados ya lo hubieran descontado.


El cálculo de Trichet es otro. No niega la ralentización de la economía, pero la esgrime como excusa. Puesto que la inflación está disparada (aunque parece muy probable que caiga una vez que se desinflen los precios energéticos), súbase el coste del dinero y sugiérase que no habrá nuevas subidas en los próximos meses puesto que el enfriamiento económico que viene bastará para reducir la inflación. El argumento no carece de ingenio, pero olvida que las economías europeas (todas, no solo Francia, Alemania y su área) tienen que disponer de oportunidades de crecimiento. Si no tienen esas opciones, no podrán resistir a las periódicas convulsiones de los mercados de deuda. Cada punto básico que crece el diferencial drena dinero para la economía real. Si además se encarecen (poco o mucho) los créditos, se añade una carga más a las economías que todavía no están en fase de crecimiento.

Para soslayar esta contradicción, el BCE suele escudarse en su mandato estatutario antiinflacionista y en la suposición de que las economías con menos inflación ofrecen fundamentos más sanos para el crecimiento. Puede ser. Pero ya es hora de que la cruzada contra la inflación no se encomiende solamente a una política monetaria homogénea en una zona económica heterogénea; hay otras formas eficaces de garantizar la transparencia en la formación de precios nacionales.

Trichet podría haberse ahorrado la subida de ayer; es decir, no haberse comprometido al sugerirla con antelación. Al menos reaccionó con presteza ante el caso de Moody's y Portugal. Anunció que aceptará la deuda lusa como colateral, lo cual no deja de ser una reprimenda pública a la agencia. Una decisión adecuada.


El País - Editorial

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