miércoles, 6 de julio de 2011

El barón rojo del PP. Por Ignacio Camacho

Monago es un «self made man», un político arremangado que desencaja los esquemas clásicos de la derecha española.

A Guillermo Fernández Vara, uno de los políticos más sensatos, moderados y razonables del PSOE, le han dado en su trasero político dos patadas que no iban dirigidas a él, pero que han acabado derribándolo del poder en Extremadura. La primera la recibió como la mayoría de sus colegas autonómicos y locales en las elecciones de mayo, en las que los ciudadanos vapulearon por delegación a todo el que se hubiese juntado siquiera un rato con Rodríguez Zapatero. En ausencia del presidente salieron zurrados todos sus compañeros de partido, y mira que algunos intentaron desmarcarse de las malas compañías. Pero a Fernández Vara le esperaba otra ración de palos destinados a vengar ofensas que le superaban en el tiempo. La negativa redonda de Izquierda Unida a servirle de muleta para seguir en el gobierno tiene su causa profunda en el malestar que los comunistas extremeños sienten desde hace tiempo hacia el jubilado Rodríguez Ibarra, de quien guardan larga memoria de agravios cuya factura le han pasado a su sucesor de muy buena gana. Vara, que goza de buena reputación política y humana, ha sido el chivo expiatorio de esa doble corriente de desafecto y cansancio provocada al alimón por el fracaso zapaterista y la longevidad del régimen del que era heredero.

Le viene a sustituir un tipo que desencaja los esquemas clásicos de la derecha española, un self made man, un político populista y arremangado que fue bombero en el incendio de los almacenes Arias para pagarse los estudios de Derecho en Salamanca y sabe lo que es abrirse paso a base de esfuerzo en la vida. José Antonio Monago es un hombre honesto al que nadie le puede reprochar tics de pijo y que se ha entendido de tú a tú con los comunistas como se entendían Peppone y Don Camilo. La experiencia del pacto extremeño es importante porque consagra al PP como un partido atrapalotodo, un all catch partycapaz de negociar sin dogmatismos con cualquiera que no se sitúe fuera de las reglas de juego. Es el «anti-Tinell», la ruptura más brusca y extrema del cordón sanitario contra la derecha: una alianza pragmática y rara —para algunos francamente chocante— centrada en la prioridad de renovar unas instituciones desgastadas por 28 años de monocultivo de poder que habían desembocado en un latifundio socialista.

Si acaso cabe reprocharle a Monago que en su afán por responder al favor de IU haya estirado hasta ponerlo en cuestión el discurso nacional de su partido; sobre todo en materia fiscal, por mucho que tenga el visto bueno de Rajoy. Pedir la restauración del impuesto de patrimonio y comprometerse a «modular» el de sucesiones va con toda claridad en contra del programa liberal del centro-derecha. Y aunque toda regla tenga su excepción conviene no sembrar confusiones; si le aprietan un poco más acaba pidiendo el cierre de las centrales nucleares. Para ser el barón rojo del PP no hace falta que se vuelva leninista.


ABC - Opinión

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