martes, 12 de julio de 2011

Dos nombramientos sin prima de riesgo: Blanco y Camacho. Por Antonio Casado

Antonio Camacho era la discreción y la eficacia en la trastienda del Departamento que acaba de abandonar Pérez Rubalcaba. Ahora lo seguirá siendo en el puesto de mando, siete años después del salto de la Fiscalía al Ministerio del Interior, de la mano de su amigo, el juez José Antonio Alonso, hoy portavoz parlamentario del PSOE.

Continuidad es la clave del nuevo salto de Camacho. Ahora de la Secretaría de Estado al despacho del ministro, con el mismo acceso a las claves de la lucha antiterrorista que ya tenía. Sobre todo las que aportan los servicios de inteligencia (CNI), decisivas durante los casi cinco años transcurridos desde que ETA reventó en la T-4 el llamado proceso de paz. Hasta dejar policialmente acorralada a la banda terrorista y en el punto de mayor debilidad en su siniestra historia.


Mayor calado tiene el segundo de los nombramientos anunciados ayer por el aún presidente, Rodríguez Zapatero, para tapar los huecos de la renuncia del candidato a sus cargos institucionales. El ministro de Fomento y vicesecretario general del PSOE, José Blanco, será en adelante la banda sonora del Gobierno. Sin abandonar su tarea en el Departamento de mayor poder inversor del Estado y sin restar calidad informativa a las ruedas de prensa posteriores a los Consejos de Ministros.
«La tentación es deducir un calculado alejamiento de la causa del candidato. Como si Blanco no quisiera ser compañero de viaje de Rubalcaba. Falso. De su boca sólo salen elogios hacia el candidato y siempre lo veremos sosteniendo la pancarta del “Hay partido”.»
Su nueva función ya estaba cocinada por el triunvirato (Zapatero-Blanco-Rubalcaba) cuando se hicieron públicos los nombres de Elena Valenciano (coordinación) y Jesús Caldera (programa) como máximos responsables de la campaña electoral de las generales. Al anunciarse que, en contra de lo que venía siendo habitual, Blanco no dirigiría la próxima campaña del PSOE, éste había aceptado ya el ofrecimiento. Me corrige el propio Blanco en agradable conversación telefónica y lo hago constar: “Lo que acordamos es que yo tendría un nuevo papel en el Gobierno después de la marcha de Rubalcaba, podía ser el de portavoz o pudo ser otro”.

La tentación es deducir un calculado alejamiento de la causa del candidato. Como si Blanco no quisiera ser compañero de viaje de Rubalcaba. Falso. De su boca sólo salen elogios hacia el candidato y siempre lo veremos sosteniendo la pancarta del “Hay partido”. Me consta un alto grado de sintonía entre ambos. Sin embargo, cuando la bifurcación de caminos entre Rubalcaba y Zapatero es un hecho (uno mira hacia la Moncloa y el otro hacia el Consejo de Estado), el número dos del PSOE ha decidido seguir con Zapatero en el Gobierno y no subir a asumir puestos de mando en la aventura del candidato.

Siempre ha estado vinculado a Zapatero y nunca dejará de estarlo. Eso es así. Y aparte de esa lealtad personal, nadie niega a José Blanco capacidad de trabajo y de diversificación de funciones. Ayer se pasó la tarde llamando por teléfono a directores y editores de los medios para ofrecer y requerir colaboración. La merece. Seguramente es el ministro de Zapatero más accesible a los periodistas. Y, junto a Zapatero y Rubalcaba, una de las tres cabezas por las que realmente ha pasado y pasa toda la información y toda la potencia decisoria de este Gobierno.


El Confidencial - Opinión

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