jueves, 14 de julio de 2011

Ferrusola. Cuando las lenguas caminan en libertad. Por Eva Miquel Subías

Lo que hoy creo muy sinceramente es que, en este asunto, Twitter podría dar alguna que otra lección a tipas como la señora Ferrusola. Y ya de paso, enseñarle modales. Como a otros tantos.

No voy a caer. De verdad, no quiero entrar en ninguna provocación. En ésta, no. Así que voy a seguir con mi propósito inicial obviando las ofensivas palabras de la esposa de quien fuera galardonado como "español del año" por el diario ABC. Corrían los años ochenta y Marta Ferrusola ya apuntaba maneras. No tan zafias, como las de ahora, pero enseñaba la patita. Me gustaría que pudiera explicarnos el significado de "los españoles ya tienen los toros y las manolas", justo después de sentenciar que le parecería "horroroso" que la marca España patrocinara al FC Barcelona.

Pero como ya les he advertido, nada va a conseguir apartarme de mi objetivo. Y mucho menos Doña Marta, a quien sin embargo le parece "chachi" que la Qatar Foundation engrase de petrodólares el césped del Nou Camp. Esa hierba húmeda que ella conoce tan bien.

Una cosa les diré. El fenómeno Twitter en España habla por sí solo. Un 90% de aumento de cuentas totales desde el mes de septiembre y el país europeo no angloparlante que más crece en número de usuarios. El promedio de nuestro consumidor nacional es el de un varón –aunque cuatro de cada diez son mujeres– joven, urbanita y licenciado.


Y mientras prosigo en mi período de observación desde mi cuenta tuitera comprobando si el interés aumenta, disminuye o si se trata de una tendencia pasajera que podrá o no causarnos algún tipo de disgusto por el camino, quiero compartir con todos ustedes algo que he venido observando desde que me lancé a teclear mi primer y virginal tweet y que por cierto, así rezaba: "Voy de estreno. Nueva en el sendero de twitter y la curiosidad, la misma que mató al gato, probablemente acabe conmigo. Sucumbo".

Lo pensé al leer un artículo al respecto de un profesor de Ciencia de la Computación de la Universidad de Saint Louis, en Estados Unidos, quien muestra su sorpresa al aplicar un programa informático de detección de las lenguas utilizadas en la red, por la cantidad de tweets en lenguas minoritarias de cualquier punto de la geografía que surgen espontaneamente.

Les pondré un ejemplo cercano. El español y el inglés dominan claramente la red de seguidores en nuestro país. De vez en cuando aparece algún link con un artículo en francés o en italiano, pero en menor medida. Con alguno de mis followers, sin embargo, o con otros a los que sigue una servidora, se entremezcla también el catalán. Depende, en ocasiones, de si el mensaje es directo o público, pero no pocas veces queda "expuesto" a todo el mundo, en función del asunto en cuestión.

El respeto, la comprensión e incluso alguna duda sobre el significado de un vocablo en concreto ha sido la tónica habitual por parte de todos los usuarios. Con lo que hay que llegar inevitablemente a la conclusión de que cuando una lengua fluye de manera espontanea y como simple herramienta de comunicación no entraña el más mínimo problema.

Otra cosa es cuando ésta cae en manos del político de turno que la utiliza como arma arrojadiza para reafirmarse en su posición nacionalista y doméstica, siendo las personas las únicas responsables de generar discrepancias, como apuntó hace poco José Manuel Blecua. En cuanto a su protección, no puedo más que dudar, desde una óptica liberal, sobre la idoneidad de la misma. Pero esa es otra cuestión.

Lo que hoy creo muy sinceramente es que, en este asunto, Twitter podría dar alguna que otra lección a tipas como la señora Ferrusola. Y ya de paso, enseñarle modales. Como a otros tantos.


Libertad Digital - Opinión

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