viernes, 1 de julio de 2011

Apostar por la paz no se premia en Córdoba y otras ciudades. Por Antonio Casado

Anda San Sebastián sobrada de méritos para ganarse la capitalidad europea de la cultura en 2016. Pero la ministra española del ramo, González Sinde (casi la mitad del jurado lo nombra el Ministerio de Cultura), decidió reforzarlos con una consideración ajena a la naturaleza y los fines de esta designación anual. Y metió la mata hasta el corvejón.

El mensaje es tóxico: se premia a San Sebastián por su apuesta por la paz. ¿Hemos de suponer que antes apostaba por la violencia? Es lo que han debido suponer los trece miembros del jurado que, reunido en Bruselas, le otorgó este miércoles la capitalidad europea de la cultura frente a las candidaturas de Las Palmas, Burgos, Segovia, Córdoba y Zaragoza.

El propio presidente del jurado, el austriaco Manfred Gaulhofer, con la osadía de los ignorantes (torpes, desinformados, desconocedores del percal, si a ustedes les parece mejor), confirmó públicamente como si tal cosa que, en efecto, “el compromiso de San Sebastián para acabar con la violencia” había pesado “decisivamente” en el comité de selección.


No venía a cuento la coletilla, a modo de disposición adicional. Hubiera bastado atenerse a los requisitos fijados previamente (infraestructuras, sensibilidad cultural de la ciudad, capacidad de organización, consenso ciudadano, etc.), entre los que no figura la política, y no se hubiera desencadenado esta tormenta. Pero se nombró la soga en casa del ahorcado, pocos días después de la llegada de los amigos políticos de ETA (siempre lo fueron y está por demostrars que hayan dejado de serlo) y estalló el escándalo. También en las propias filas del Gobierno y del PSOE, en las que se detecta un visible ataque de contrariedad porque, una vez más, se han vuelto a dar un tiro en el pie.
«Equivale a celebrar el silencio de las pistolas, el retorno a una apacible convivencia entre los ciudadanos, al modo de aquel hermano golfo de la Biblia agasajado por el padre al regresar maltrecho y empobrecido después de derrochar la herencia.»
Seguramente en Austria, la patria del presidente del jurado, no entenderían nada si les decimos que quienes mandan ahora en el territorio de Guipúzcoa, y en su capital, San Sebastián, son gentes que de la noche a la mañana han pasado de cobrar el impuesto revolucionario a cobrar el Impuesto de Sucesiones, incluso el IRPF. Pero aquí sí lo entendemos. Y eso nos obliga a relacionar este tipo de paz relativa que ahora reina en San Sebastián y en el resto del País Vasco con la ausencia de atentados criminales, coches bomba, tiros en la nuca, cartas de extorsión, amenazas de muerte, terrorismo callejero, etc. Eso ha debido pesar en el ánimo del jurado a la hora de inclinar la balanza hacia la bellísima capital donostiarra.

Equivale a celebrar el silencio de las pistolas, el retorno a una apacible convivencia entre los ciudadanos, al modo de aquel hermano golfo de la Biblia agasajado por el padre al regresar maltrecho y empobrecido después de derrochar la herencia. Era lógico el cabreo del otro hermano, cuya fidelidad al padre y a la familia jamás había sido gratificada con fiestas u homenajes de reconocimiento. Y eso ha pasado con Zaragoza, Córdoba y Burgos (Las Palmas y Segovia han decidido aceptar los hechos sin levantar la voz), donde el compromiso con la paz es consustancial a sus gentes, donde es permanente, natural, diaria, la apuesta por la paz y la convivencia pacífica en libertad, en pluralidad, en armonía. Pero eso, al parecer, no tiene premio.


El Confidencial - Opinión

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