miércoles, 22 de junio de 2011

Todo Rubalcaba

Tanto poder acumulado hace imposible verle como una opción renovada del PSOE y refuerza su encarnación como el rostro del zapaterismo final.

EL paso de los días está confirmando que la situación actual del PSOE es la que habría resultado de un congreso extraordinario. No ha habido primarias, porque ha habido designación por el aparato del partido. Y no ha habido congreso extraordinario, porque al candidato Pérez Rubalcaba no le hacía falta. Sus nombramientos para el equipo electoral —Caldera, Valenciano y Narbona, cada cual con sus connotaciones del PSOE perdedor del 22-M— son sintomáticos del control que Rubalcaba ha tomado en el partido, desplazando o ignorando la existencia de los cargos oficiales que empiezan a ostentar nominalmente Blanco e Iglesias. Este desarrollo de los acontecimientos era previsible, porque la bicefalia no era una opción para Rubalcaba. La continuidad de Zapatero como secretario general del PSOE evitaba un adelanto electoral, al menos un adelanto fuera de la administración de los tiempos que conviene a los socialistas. Zapatero sólo vale políticamente para su partido lo que vale su potestad constitucional de proponer la disolución del Parlamento.

El control sobre el partido es simultáneo al control que ejerce Pérez Rubalcaba sobre el resto del Gobierno, con el objetivo de amarrar con los nacionalistas un fin de legislatura mínimamente holgado y preparar la opción de un hipotético pacto de legislatura con los nacionalismos vasco y catalán por si el PP no pudiera alcanzar la mayoría absoluta en 2012. Esta interlocución directa de Rubalcaba exige también el control de la actividad legislativa en el Parlamento, con unas prioridades orientadas a atender sus necesidad políticas, alternando concesiones a la izquierda —como sucede con la inexplicable ley de igualdad de trato— y a los nacionalismos. Rubalcaba es un candidato peculiar, con un poder político superior al nominal de sus cargos en el Gobierno y en el partido, al mismo tiempo que tiene el mando de los resortes más sensibles del Estado, como son los servicios de información de las Fuerzas de Seguridad del Estado y los de Inteligencia.

Pero tanto poder acumulado tiene consecuencias, la posibilidad de que Rubalcaba pueda ser visto en algún momento como una opción renovada del PSOE se diluye según se refuerza su encarnación como el rostro del zapaterismo final. Y no es algo extraño en la carrera de quien no sabe vivir fuera del aparato del PSOE y que lo representa en su máxima pureza. Cada día parece más claro que el objetivo del candidato es sellar fisuras en su partido, evitar una mayoría absoluta del PP y pactar con los nacionalistas. La oferta de Rubalcaba es volver al cordón anti-PP de 2004.


ABC - Editorial

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