domingo, 5 de junio de 2011

Proyecto piloto. Por Ignacio Camacho

El plan de austeridad del PP es un ejercicio de rigor necesario, pero impreciso como proyecto piloto de recuperación.

EL triunfo del 22 de mayo ha colocado a Rajoy en la escalinata de acceso a La Moncloa, pero también le ha traído el regalo envenenado de unas instituciones en bancarrota, anticipo de lo que puede encontrar en los cajones del Estado. Con el mapa del poder territorial teñido de azul, con un dominio abrumador en autonomías y municipios, el Partido Popular va a tener que descubrir algunas cartas antipáticas en materia de ajuste y someterse al escrutinio amplificado de unos adversarios que lo quieren presentar como una suerte de terminator del bienestar social. Cada recorte de gasto, por leve o imprescindible que sea, va a ser interpretado por la izquierda como un anticipo del desmantelamiento asistencial que espera tras el triunfo vaticinado en las encuestas. De hecho, Rubalcaba y sus terminales mediáticas ya han apuntado esa línea argumental, soslayando con desahogo la sospecha de que la quiebra que deja el PSOE en sus autonomías puede ser sólo calderilla si se confirman los temores que los populares alientan sobre la tesorería de la Seguridad Social y otras estructuras financieras nacionales.

El plan de austeridad que ha presentado esta semana Rajoy trata de desactivar ese clima de suspicacia con un ejercicio de rigor presupuestario, pero como proyecto piloto de regeneración económica resulta impreciso, insuficiente e indeterminado. Y es una broma centrar el problema en la deuda de las instituciones recién conquistadas eludiendo la de las comunidades y ayuntamientos donde lleva tiempo gobernando el PP. Aunque la música suena bien, a la letra le falta contenido. Da la impresión de que, ante la posibilidad de encontrar sorpresas muy desagradables, la única política posible a corto plazo consiste en denunciar la ruina heredada, dar ejemplo con una severa limitación de gastos y acometer una poda del sobredimensionado aparato administrativo. No es poco para empezar, pero alguien tiene que decir cuanto antes cómo piensan pagar a los proveedores.

Los meses que quedan de legislatura van a convertirse en un pulso entre autonomías y Gobierno. Los socialistas no están dispuestos a favorecer en modo alguno al entramado de poder de sus adversarios; antes al contrario es probable que intenten complicarles la vida. Su objetivo táctico consiste en hacerle oposición al PP aprovechando la amplia cuota de responsabilidad pública que acaba de obtener; bien a base de amplificar los presumibles recortes o bien tratando de demostrar que no existe programa alternativo de recuperación. O ambas cosas al tiempo. Sin embargo, para el centroderecha se presenta la oportunidad de desplegar ante la opinión pública la evidencia de que sí hay otra política posible. Mientras la articulan no están de más, auditorías aparte, los gestos de sobriedad y contención que indiquen que al menos sí hay una moral pública diferente.


ABC - Opinión

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