miércoles, 22 de junio de 2011

Perfecta comunión. Por M. Martín Ferrand

El mutis de Blanco es la primera gran ejecución de Rubalcaba en tanto que candidato.

PEROGRULLO, gran acuñador de verdades vacuas, debe de aparecer en alguna rama del árbol genealógico de José Bono, el español más contento de haberse conocido. Raramente pasa una sola fecha sin que el muñidor perpetuo y eventual presidente del Congreso de los Diputados no diga una frase tan obvia que no merezca, por su total ausencia de enjundia, su perpetuación en piedra o en bronce. Es inigualable el personaje. Ahora, rizando su propio rizo, nos dice Bono que José Blanco no estará en la campaña electoral del PSOE, con la que se pretende aupar a la presidencia del Gobierno a quien ya es vicepresidente, «porque no quiere». Alcanzar una perogrullada de tanto asentamiento y fuerza, tan definitiva e incontestable, no puede ser únicamente fruto del pensamiento y el estudio. Algo genético tiene que fundar un discernimiento tan claro y luminoso, tan concreto y rotundo. Sin el ADN a favor nadie es tan preclaro.

Lo que sí se corresponde con la realidad, y así lo anuncia el propio (des)interesado, es que Blanco no coordinará el Comité de Campaña de Alfredo Pérez Rubalcaba a pesar de que —Bono dixit— entre ambos media una «perfecta comunión». Será Elena Valenciano quien haga sus veces. Cada cual es sabio en su casa, pero cabe interpretar tan singular escape en una doble dirección: a) Zapatero, Blanco y demás próceres del fracasado zapaterismo quieren distanciarse de la nueva situación y probable derrota del candidato socialista o b) es Rubalcaba quien quiere marcar las diferencias y manifestarse —¡como si ello fuera posible!— sin vínculo alguno con el equipo del PSOE que, como efecto secundario de su gigantesco fracaso político, ha dejado hecho unos zorros al socialismo español en su dudosa unidad y en todas sus franquicias, incluida la del País Vasco, en donde a Patxi López le faltaron arrestos y le sobró disciplina para oponerse, pies en pared, a la pirueta democráticamente dañina y partidariamente suicida del reconocimiento de Bildu.

El mutis de Blanco es, en la apariencia que es lo que importa en política, la primera gran ejecución de Rubalcaba en tanto que candidato. Algo significativo por lo que simboliza de desapego a una etapa —el zapaterismo— en la que el todavía vicepresidente y titular de Interior ha sido factótum principal y único en lo que alcanza al último tercio de la faena presidencial del leonés que quiso reescribir la Historia, en gesto de amor por uno de sus abuelos, y terminó escribiendo el presente más negro desde que la Transición nos sacudió las pulgas del totalitarismo funcionarial que, por lo que se ve, sigue incrustado en algunos recovecos de la Administración.


ABC - Opinión

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