lunes, 27 de junio de 2011

Muerte en una guerra perdida

El sacrificio heroico de nuestro soldados merecería que los afganos pudieran vivir en paz en el futuro. Lamentablemente, es poco probable que eso suceda.

La muerte de dos militares del Ejército español en unnuevo atentado en Afganistán certifica que lo único que ha conseguido el anuncio de la retirada de tropas de la OTAN ha sido envalentonar a los talibanes, crecidos tras el anuncio de los Estados Unidos. La decisión impuesta por el presidente norteamericano, Barack Obama, en contra de la opinión de alguno de sus más importantes generales responde al cansancio generalizado de la opinión pública, por más que políticamente se intentará justificar con el supuesto complimiento de las condiciones decididas por los aliados en la cumbre de Lisboa.

La verdad es que en Afganistán no hay ni un gobierno estable ni unas fuerzas de seguridad locales capaces de garantizar mínimamente la seguridad del país, ni es previsible que los haya antes de que en 2014 se complete la retirada de las tropas de la OTAN. La racionalidad operativa hubiera debido aconsejar mantener a medio plazo la presión sobre los talibanes, precisamente ahora que podían sentirse más debilitados tras la muerte de Bin Laden. Al revés, al iniciar esta retirada, Obama cree que escapa de una situación sin salida, cuando lo único que hace es certificar la extrema debilidad de Occidente y de su proyección defensiva, frente a los principales retos de la seguridad mundial. Aun siendo la organización militar más poderosa del planeta, la OTAN ha encontrado claramente sus límites en Afganistán, un país de 14 millones de habitantes sumido en la edad de piedra, y está a punto de tener que afrontar una situación parecida en Libia, escenario sobre el que no se puede invocar la lejanía. Un Afganistán sumido en la guerra civil y una Al Qaida que recupera terreno pueden hacernos lamentar esta decisión, que se toma sin haber logrado poner orden en el vecino Pakistán y sin tener en cuenta los efectos que la previsible evolución del conflicto tendrá en muchos países árabes en plena efervescencia democrática.

Los militares españoles no han podido hacer más. Su papel ha estado siempre limitado por los complejos desenfocados del Gobierno socialista, que, como otros socios de la OTAN, ha hecho de sus reticencias el principal lastre para que la operación hubiera logrado un mejor resultado, y, desde luego, mucho antes. El sacrificio heroico de los que han dejado allí su vida —los dos últimos, el sargento Manuel Argudín y la soldado Niyireth Pineda— merecería que los afganos a los que han servido pudieran vivir en paz en el futuro. Lamentablemente, es poco probable que eso suceda.


ABC - Editorial

0 comentarios: