jueves, 23 de junio de 2011

Mucho desparpajo. Por M. Martín Ferrand

Nada me inquieta más que la abnegación heroica y la entrega sublime en las cosas de diario.

CON el desparpajo ocurre en la política lo mismo que con la pimienta en la cocina. En pequeñas dosis mejora el discurso y sazona el guiso; pero, en demasía, el uno subraya el ridículo de los actores y la otra achicharra el paladar de los comensales. Así, por ejemplo, cuando un personaje tal que Rodríguez Zapatero, veedor de la Nación como «un concepto discutido y discutible», dice que no adelanta las elecciones porque «sufre» por España hay que echarse a temblar. ¿Llegó Francisco Franco a sufrir por España? Nada me inquieta más que la abnegación heroica y la entrega sublime en las cosas de diario. Entender el gobierno democrático de España, con las reformas que nos exige Bruselas y nos demanda la realidad, como si se tratara de la batalla de las Navas de Tolosa, es cómico y resulta trágico en razón del poder que le resta al personaje.

La sombra del inefable número uno del PSOE, como la de los cipreses de Miguel Delibes, es alargada y proyecta su extravagancia en su número dos en el Gobierno y aspirante a la presidencia. La gran diferencia entre Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba, cuando tratan de hacernos comulgar con ruedas de molino, es que al de León se le advierte la iluminación cuasi mística de sus fijaciones ideológicas retrospectivas y el cántabro juega de astuto y sagaz; pero por ahí se andan en el calado de las ideas. El pluriempleado candidato socialista, quizá, debiera dejar sus funciones en el Ejecutivo para que brille la estética procedimental. Es, en cualquier caso, algo discutible; pero no es de recibo que, para argumentar su permanencia, razone en sede parlamentaria que, en su momento, José María Aznar, Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero, Esperanza Aguirre o Alberto Ruiz Gallardón fueron candidatos a sus cargos sin abandonar los que tenían en las vísperas electorales. Prodigioso Rubalcaba, maestro del difícil arte del bustrófedon. Los por él citados, por decirlo al modo boxístico, defendían su propio título. Mariano Rajoy hizo mutis de su vicepresidencia aznarita para convertirse en aspirante presidencial. No es lo mismo ni estética, ni ética, ni políticamente. Y lo sabe.

A Zapatero le corresponde, con todo su equipo de Gobierno, abordar las reformas pendientes, aunque ello conlleve el precio del achicharramiento ante la opinión pública. ¿Le conviene al vicepresidente y titular de Interior quemarse en ese fuego o es que, sencillamente, ya está tomada la decisión de dejar pasar el tiempo y no hacer nada? Debe reconocérsele a este Gobierno que en eso de no hacer nada provechoso para la Nación y fortalecedor del Estado son magistrales. Virtuosos.


ABC - Opinión

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