jueves, 23 de junio de 2011

Los nacionalistas, sin prisa de ir a elecciones generales. Por Antonio Casado

Con la abstención de CiU, PNV y CC (Coalición Canaria), el tambaleante Gobierno salvó ayer la primera de las mociones de censura que le esperan hasta el final del trayecto. Naturalmente, mediante el consabido pacto previo y sobrevenido en pleno debate. Oxígeno para Zapatero a cambio de retirar la primacía estatal sobre la autonómica en la aplicación de los convenios colectivos, como pidieron catalanes y vascos.

Ayer fue la contratación colectiva, cabo suelto de la reforma laboral. La siguiente será el techo de gasto, a mediados de julio. En las dos se retratan los nacionalistas sobre la prisa que tienen de ir a unas elecciones generales en las actuales circunstancias. Por lo visto ayer, no parece que tengan mucha.


Si la historia se repite con el techo de gasto, primer paso en el diseño de los Presupuestos Generales de 2012, el Gobierno se irá de vacaciones sin la reprobación parlamentaria que le obligaría a anticipar elecciones. Y si se cumplen los cálculos de Moncloa, que sigue contando con la resistencia de los nacionalistas a hacerle el pasillo al PP antes de tiempo, el cruce de Rajoy con Rubalcaba en las urnas se llevará a cabo cuando toca, en vísperas de la primavera de 2012.
«Ayer fue la contratación colectiva. La siguiente será el techo de gasto, a mediados de julio. En las dos se retratan los nacionalistas sobre la prisa que tienen de ir a unas elecciones generales. Por lo visto ayer, no parece que tengan mucha.»
De momento, Zapatero se cruza con Rajoy la semana que viene en el debate sobre el estado de la Nación. Y va dispuesto a distinguir entre temperatura política y sensación térmica. La temperatura se mide en las votaciones parlamentarias. Sólo con números podemos determinar si los partidarios de tumbar al Gobierno son más que los de agotar la Legislatura. La sensación térmica es otra cosa. Pertenece al ámbito de lo subjetivo. No se puede medir, contar o pesar, aunque sea fácil de detectar por ser ampliamente sentida como un final de trayecto que no debería prolongarse. Sensación de tramo final, minutos basura, esto no aguanta más, y todas esas expresiones al uso más o menos interesado de quienes ya han descontado el desalojo de los socialistas y el retorno del PP al poder.

Sobre los aires de quiebra política, una situación económica también percibida como si estuviéramos al borde de la bancarrota. Lo estuvimos hace algo más de un año, después del equivocado desembalse de dinero público decretado por el Gobierno. La presión de los mercados y de los organismos internacionales puso a Zapatero en la senda de los recortes. Además anticipó su propia ruina electoral con políticas que ahuyentaron a los votantes de izquierda y alfombraron el camino del adversario hacia la Moncloa.

El momento actual viene marcado por la necesidad de terminar los ajustes planeados en el mercado del capital y en el del trabajo iniciados hace un año, en nombre de los intereses generales pero letales para la causa electoral de Zapatero. Si hubiera pensado en la conveniencia de su partido, aquel hubiera sido el momento de anticipar las elecciones. Una vez embarcado en los planes de reforma (“Me cueste lo que me cueste”, decía entonces), lo suyo es terminarlos. Y los nacionalistas catalanes y vascos parecen dispuestos a facilitar la tarea. Sobre todo si la alternativa es uno de los dos grandes partidos con mayoría absoluta en el Gobierno central.


El Confidencial - Opinión

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