lunes, 27 de junio de 2011

La página que no pasa

Los talibanes responden a los planes de Obama con más muertos, entre ellos dos españoles.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pretende pasar página dando por terminada en 2014 la presencia militar activa norteamericana en Afganistán, lo que vale igualmente para el contingente español de 1.550 efectivos, y el resto de la fuerza occidental. Pero la insurrección talibán no se da por aludida, y apenas unas horas antes de que un sargento y una soldado -de origen colombiano- de las tropas españolas murieran ayer al estallar un explosivo al paso de su blindado, un atentado suicida al este del país causaba docenas de muertos. El pasado día 18, en una acción casi idéntica, cuatro soldados españoles resultaban heridos -dos de gravedad- y otro atentado, también suicida, se saldaba con nueve muertos en una comisaría de Kabul.

Desde el comienzo de la guerra en otoño de 2001, en que con engañosa facilidad el contingente occidental y sus auxiliares afganos derrocaban al régimen talibán, la fuerza norteamericana -que hoy cuenta con 100.000 soldados- ha tenido 1.500 bajas mortales, mientras que las tropas españolas han sufrido proporcionalmente una cifra muy superior de caídos con 96 muertos (81 en accidentes, 13 en ataques armados y 2 por causas naturales). Y a mayor abundamiento, hay una diferencia importante entre uno y otro caso. Los norteamericanos desempeñan una misión de combate como represalia por el atentado de las Torres Gemelas -septiembre de 2001- perpetrado por Al Qaeda desde su refugio afgano, y la OTAN, que incluye a la fuerza española, cumple una misión de estabilización y reconstrucción del país, por mandato de la ONU. Pero tan sutil distinción se les escapa a los talibanes que luchan contra el régimen del presidente Karzai -universalmente acusado de corrupción y manejo electoral fraudulento- y sus protectores occidentales.


El Gobierno español cuenta también con concluir su presencia militar en Afganistán en ese relativamente lejano 2014, pero sin que la tragedia sea mayor o menor por ello, este es un pésimo momento, tras la grave derrota del PSOE en las municipales y los golpes de la crisis económica, para hacer frente a las dos nuevas muertes. Voces de la izquierda -IU y BNG- piden la retirada inmediata de una misión que, tras el anuncio de Washington, cuesta defender, y el líder del PP, Mariano Rajoy, reclama, responsablemente, que se reconozca el valor y el servicio a España de los dos muertos. Suponer, sin embargo, como hace Estados Unidos, que la guerra está casi ganada y que toca volver a casa, es un ejercicio de voluntarismo para cortar la sangría. Y hay que cortarla, pero sin hacerse ilusiones.

Si la misión de la OTAN es de normalización política del Estado afgano y de reconstrucción del país, es evidente que lo que no se haya hecho ya, menos va a hacerse en un par de años. La ministra de Defensa, Carme Chacón, volaba anoche a Afganistán en un apropiado gesto. Pero es el calendario de regreso lo que hay que pasar cuidadosamente por el tamiz. Para que no haya ni un día de más.


El País - Editorial

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