domingo, 26 de junio de 2011

En retirada. Por M. Martín Ferrand

Un Gobierno que en cuatro meses cambia de criterio se retrata a sí mismo de insolvente y populista.

BIBIANA Aído, la ministra que mermó en secretaria de Estado, acaba de fichar como asesora de la ONU para asuntos relacionados con su especialidad igualitaria, la que rompe las leyes tradicionales y permite sumar peras con manzanas y melones. Es cosa de la partitocracia. Entregados los líderes a su distinguida clientela, con perjuicio de los intereses generales y colectivos de la Nación, promueven a personajes como Aído a la gloria del poder y ponen en circulación auténticos monstruos de incompetencia especializada. Hace unos años, solo los gaditanos sabían de las muchas limitaciones de la joven socialista. Hace algunos menos, su conocimiento se propagó a toda Andalucía. Ahora toda España sabe ya para lo que sirve y, sobre todo, para lo que no. Pronto, su secreto de escasez será de conocimiento universal. Es natural que cuando un barco, como el fletado por José Luis Rodríguez Zapatero, se halla al borde del naufragio sus tripulantes traten de ponerse a salvo, como Miguel Ángel Moratinos en la FAO, pero convendría que guardaran las formas y los tiempos. El PSOE no ganará la batalla de la oposición, la que ya le toca en la Administración Autonómica y, previsiblemente, le corresponderá en las próximas legislativas, con unas filas desnutridas por la deserción.

Ayer, Alfredo Pérez Rubalcaba, en su condición de candidato, se reunió con los alcaldes que se han salvado del naufragio en las últimas municipales para pedirles que no cunda el desánimo y, en el poder o en la oposición, den ejemplo ante la ciudadanía. Si de algo sabe Rubalcaba es de estar en la oposición. En sus últimos años, en la más pura línea zapaterista, ha trabajado mucho más, y con mayor eficacia, como oposición de la oposición, en constante empeño por desarmar a Mariano Rajoy y los suyos, que como ministro y vicepresidente del Gobierno. La oposición concuerda mejor con su carácter y es escenario más propio para el lucimiento de sus mañas que el poder, en el que se valoran los resultados.

Ha sido Rubalcaba, con la voz en contra de unos cuantos compañeros de Gabinete, quien ha impulsado por razones de propaganda y simpatía la vuelta a los 120 kilómetros por hora como velocidad máxima en autovías y autopistas. Dice, abnegado, José Blanco que la medida «conecta con el sentimiento mayoritario». ¿Será que los recortes del gasto se hacen bajo demanda? Un Gobierno que en cuatro meses cambia de criterio y, sobre el despilfarro de los cambios de señalización a 110 añade ahora los que la elevan a 120 se retrata a sí mismo de insolvente y populista. En la ONU se equivocan. Rubalcaba les serviría mejor que Aído.


ABC - Opinión

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