lunes, 20 de junio de 2011

Indignados. El PP y la política de orden público. Por Agapito Maestre

El precipitado pseudopacifista del 15-M no parará. Es un fenómeno estrictamente español. Las luchas callejeras serán dominantes en los próximos meses y, seguramente, en los próximos años.

Las manifestaciones de ayer fueron más o menos normales. Los lemas que se gritaban eran los esperados. Todas las consignas tenían un tinte anti institucional y, a veces, un poco rancio como el tipo de izquierda que lidera la "cosa"; incluso, según me cuentan algunos manifestantes, hay gente que ha abandonado IU y el PCE, por ejemplo, Ninés Maestro, para pasarse a "militar" en este movimiento del 15-M. Es obvio que todo está controlado ya por la izquierda.

A la hora que escribo esta crónica no se conocen altercados relevantes. Las ediciones digitales de los periódicos nacionales, a las cinco de la tarde, destacaban el carácter festivo de la reivindicación. Las cifras de manifestantes, en Madrid, eran en torno a las 50.000 personas. No es un dato despreciable, aunque cualquier manifestación de víctimas del terrorismo sobrepasó con creces tales dígitos. En todo caso, nadie sensato puede despreciar estas manifestaciones por el número de concentrados. El asunto es demasiado importante como para que el PP no le preste un poco más de atención y, sobre todo, evite caer en ciertas contradicciones a la hora de valorar la respuesta policial, según se hable de Barcelona o Madrid, tal y como sucedió la semana pasada.


Un dato parece inamovible: este "movimiento" callejero será duradero ¡mantenerlo será asunto clave y, por supuesto, delicado del PSOE!–, rozará permanente la violencia y le pondrá las cosas difíciles al PP, si es que este partido llega al poder. No nos engañemos: habrá, sin duda alguna, violencia callejera. Violencia. Si esta gente del 15-M no cree en absoluto en las instituciones, ni tampoco respetan los resultados electorales, entonces no veo otra salida al conflicto que el enfrentamiento entre quienes creen, mejor o peor, en las instituciones y, por supuesto, las defienden por un lado, y quienes las atacan por el otro lado. Este tipo de "planteamientos", insisto, no sólo rozan el enfrentamiento anti político, sino que derivan normalmente en violencia física.

Ese precipitado de izquierda sembrará las calles de desorden, agresividad y violencia. Las manifestaciones, saltos y todo tipo de movidas callejeras serán generalizadas. El PSOE desaparecerá del poder, pero dejará un país incendiado. Mantener su poder en la calle, es decir, mostrarle músculo al PP, será toda la preocupación del PSOE. Así fue siempre la política del PSOE en la Oposición: nunca abandonar la lucha, incluso violenta, fuera de las instituciones. El precipitado pseudopacifista del 15-M no parará. Es un fenómeno estrictamente español. Las luchas callejeras serán dominantes en los próximos meses y, seguramente, en los próximos años. Por todo eso, es menester que el PP, más pronto que tarde, defina de modo claro y contundente su política de orden público. No es fácil, lo sé; pero tendrá que intentarlo ya, porque, de lo contrario, le estallará como una bomba de relojería, cuando esté en el poder.

O el PP empieza a delinear una política de orden público, asunto decisivo para un Estado fracturado institucionalmente, o cuando llegue al poder, he ahí su gran riesgo, será demasiado tarde. O se enfrenta ahora seria y contundentemente al PSOE o le sorprenderá, en el futuro, ver la calle en llamas.


MEDIO - Opinión

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