jueves, 23 de junio de 2011

De nuevo los nacionalismos al rescate de Rodríguez Zapatero. Por Federico Quevedo

Hubo un momento a lo largo de la mañana de ayer que hizo pensar en el final de esta legislatura. No es que yo crea que va a durar mucho más porque, de hecho, cada vez son más las señales, los gestos que abundan en la idea de que habrá anticipo de las generales para noviembre como muy tarde, si no es en octubre. Pero la posibilidad de que el Gobierno no consiguiera ayer aprobar en el Parlamento la convalidación del decreto de reforma de la Negociación Colectiva hizo creer por unas horas en la posibilidad de un adelanto incluso al mes de septiembre, al verse obligado el Ejecutivo a dimitir.

No pasó, es verdad, gracias a la abstención cómplice de los partidos nacionalistas, PNV, CiU, CC y UPN. Estos dos últimos gobiernan sus comunidades gracias al apoyo del PSOE, lo cual hace lógico que le devuelvan al Gobierno el favor. Pero el caso de PNV y CiU empieza a resultar chocante, sobre todo porque en ese juego de permanente chantaje al que someten a un Ejecutivo débil, éste siempre acababa cediendo y admitiendo cosas que ya no es que vayan contra la integridad del modelo territorial, es que van contra el sentido común: pero, vamos a ver, ¿cómo puede ser que en un conflicto sobre negociación colectiva prevalezca el acuerdo autonómico sobre el estatal? Eso es lo mismo que garantizar por ley el agravio comparativo y condenar cada proceso de negociación colectiva a un permanente reajuste en función de lo que se pacte en cada comunidad. Vamos, un caos.
«Si hace nuevas reformas va a seguir sufriendo una hemorragia imparable en su electorado y, si no las hace, va a sufrir una presión brutal que puede conducirnos a la intervención.»
Pero da igual. El Gobierno cede a todo aquello que le piden los nacionalistas, con tal de seguir ganando un tiempo inútil aunque eso implique romper cualquier resquicio de unidad de mercado que quede en este país. Y eso que, encima, el Ejecutivo consiguió sacar adelante la reforma en medio, eso sí, de un mar de críticas dado que no hubo un solo portavoz parlamentario que dijera algo bueno de la reforma, una reforma contestada por lo tanto en el Parlamento y en la calle, lo cual debería hacer reflexionar al Gobierno sobre el camino que ha emprendido. Pero pedirle a este Gobierno y, sobre todo, a su presidente, que reflexionen sobre algo es como pedirle peras a un olmo.

En la situación en la que está este país, esa reforma no va a servir para nada porque ni camina en la dirección de mejorar las garantías de seguridad para los trabajadores, ni en la de facilitarles a los empresarios modelos más flexibles de contratación, y por esa razón la reforma es contestada por unos y por otros, y en este caso no vale decir que en el medio está la virtud, porque en este caso lo que hay en medio es el vacío más absoluto y la incapacidad de adoptar decisiones valientes como sería, por ejemplo, la eliminación de todas las modalidades de contrato para dejar un único contrato fijo o indefinido con una cláusula de rescisión de 20-25 días por año trabajado. ¿Quién no se tiraría en plancha hoy en día para firmarlo, cuando la mayoría de los jóvenes con trabajo firman contratos precarios con ocho días de indemnización?

El Gobierno ha perdido cualquier capacidad de reacción, no tiene ideas ni ganas de hacer las cosas. Es más que probable que en las próximas semanas se vea obligado por la presión de Bruselas a anunciar nuevas medidas de ajuste pero, ¿será capaz de asumir el reto de llevarlas a cabo? Si lo hace, sabe que va a seguir sufriendo una hemorragia imparable en su electorado y, si no lo hace, va a sufrir una presión brutal que puede conducirnos a la intervención, y Europa no se puede permitir que detrás del nuevo rescate a Grecia venga el rescate de España. Luego tiene pocas alternativas. De hecho, solo tiene una: convocar elecciones. Y no es una salida para el Gobierno, sino que es la única salida que le queda a este país. Lo curioso del caso es que si hablas con los portavoces nacionalistas también opinan lo mismo, y ya ni siquiera en privado, sino que lo dicen abiertamente en entrevistas y declaraciones ante los medios, pero luego mantienen esa especie de entubamiento terminal al Gobierno como si temieran que su caída les prive de nuevas prebendas obtenidas a cambio de muy poco, como ayer mismo reconocía Josu Erkoreka. Y tan poco, tan solo a cambio de una abstención. Hasta ese punto de pérdida de dignidad ha llegado este Gobierno. Que pena.


El Confidencial - Opinión

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