jueves, 30 de junio de 2011

Aído. De la costilla de Zapatero. Por Cristina Losada

Hay que ser patriotas, nos objetan, y alegrarse siempre que un español ocupa un alto cargo internacional. Vale. De ese concepto de patriotismo ya mostró el Doctor Johnson la trampa. ¡Y cómo va a redundar en prestigio la colocación de indocumentados!

Vaya como advertencia que cuanto se va a decir aquí es machista e impúdicamente conservador. Si interrogarse sobre el ascenso de Aído a los cielos onusinos constituye delito de machismo, me declaro delincuente. Y respecto de la segunda tara, huelga decir que sólo desde el conservadurismo más feroz se pueden considerar el mérito, la capacidad y la valía como únicos requisitos para subir peldaños en la vida profesional. El resto de la vida ya sabemos cómo va, pero ahí, insistimos los carcas, al menos ahí, un poquito de rigor. Y no estamos tan solos. Hay carcundia en todas partes, hasta en la izquierda, hasta el punto de que la socialista Bachelet se resistió a acoger en su ONU-Mujeres a la ahijada de Chaves por deficiencias en el currículo y el inglés. Minucias, al cabo, que una buena aportación de fondos españoles permitió pasar por alto.

Hay que ser patriotas, nos objetan, y alegrarse siempre que un español ocupa un alto cargo internacional. Vale. De ese concepto de patriotismo ya mostró el Doctor Johnson la trampa. ¡Y cómo va a redundar en prestigio la colocación de indocumentados! Del currículo de Aído y su tuneado se escribió en su día de bautismo ministerial. No vamos a repetirnos, cuando se trata, además, de un fenómeno repetido, efecto predecible de la arribada de una generación de políticos ni-ni: ni preparación ni experiencia. Mírese por el lado positivo. Si adornan sus bios y agregan peso fraudulento, es que aún reconocen el prestigio de los rancios valores. Ese afán suyo por hinchar el currículo es homenaje que el vicio rinde a la virtud. Y aún hay países, crueles, donde les obligarían a retirarse.

Cuando a la escritora Dorothy Sayers le pidieron que analizara la novela policíaca desde la óptica de la mujer, respondió con un "lárgate y no seas idiota". Y es que era como preguntarle por "el punto de vista femenino sobre el triángulo equilátero". Pues estamos en la época en que a tales elucubraciones se consagran ministerios y organismos, más presupuestos, que sirven de trampolín a mujeres astutas. Lo reconozco. Cuán ingenuas las que por instinto, por educación, por carácter, hemos dado por sentada la igualdad. Repudiamos las clásicas armas de mujer y ni nos dimos cuenta de que la Igualdad, o sea la discriminación, venía a sumarse a ellas. Desde aquella foto del Vogue no hay misterio sobre el papel y el perfil de las mujeres elegidas por el Feminista.


Libertad Digital - Opinión

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